Los humanos poseemos un regalo: el intelecto, que suele vincularse a un cocktail consistente en varias inteligencias, raciocinio y reflexión. Sabemos contar, leer, escribir, realizar cálculos matemáticos, y se supone que el intelecto a su vez nos otorga la capacidad de desarrollar representaciones mentales de la realidad y de relacionarlas entre sí. “Sospecho”, aunque observándonos, no tengo certeza de que siempre nos ayuda para llegar a conclusiones correctas sobre lo que es verdadero y lo que es falso, así como a resolver problemas. Podría extenderme, pero no es el tema de hoy.
Ahora se podría pensar que también podemos usar nuestro intelecto para diseñar de mejor manera nuestras vidas. Así es que con nuestro intelecto somos capaces de crear, inventar o definir objetivos geniales y satisfactorios, así como elaborar un plan para alcanzar esas metas. Luego incorporamos ese plan a nuestra vida cotidiana y, “boom”, llegó la alegría y la felicidad. ¡Los sueños se cumplen por arte de magia!
Sí, lamentablemente no funciona así. Ya lo sabes. ¿Pero por qué?

Sí, ¿cuál es la razón? Un fuerte razón para ello son David y Goliat. Ya conoces la historia bíblica, por supuesto: Goliat, el enorme guerrero, rápido, fuerte y brutal, mientras que David es pequeño, inteligente, vivaz. Por decirlo de alguna manera fácil: El músculo y la potencia frente al cerebro, la agilidad y la destreza.
Y el caso es que puede ser un problema, ya que tú y yo también, tenemos un David y un Goliat en nuestra cabeza.
Por un lado tienes todos tus patrones automáticos, tus miedos, hábitos, creencias e impulsos: Tu inconsciente. Sí, ese es tu Goliat: Grande, fuerte y a veces no muy inteligente y reflexivo. Lo notas porque a menudo haces cosas que en realidad no son buenas para ti. Tomas malas decisiones o te dejas llevar por impulsos o creencias erróneas.
Por otro lado, tenemos tu intelecto. Ese es tu David. Tu intelecto sabe lo que es bueno y correcto para ti. Por ejemplo, hacer ejercicio regularmente. Ahorrar dinero para cuando vengan las vacas flacas. Mantener tus amistades. Tu intelecto también sabe cuándo tus impulsos te llevan en la dirección equivocada.
Te dice:
“Oye tú, será mejor que llames a esa amiga con la que discutiste unos días atrás y tratas de arreglar las cosas”.
Pero entonces llega Goliat, borra tu pensamiento sensato y enciende la televisión.
Tu intelecto también se da cuenta:
“Vaya, lo que estoy pensando y creyendo es bastante extraño e irreal. Creo cosas que me perjudican”.
Algo así como:
“Tengo que complacer a los demás o me van a rechazar. Si no, nadie me va a estimar y tampoco me van a reconocer por algo”.
Tu intelecto insiste:
“Oye, eso es solo una creencia. Eso no es para nada la realidad”.
Pero tu inconsciente no está de acuerdo y la próxima vez ya no te defiendes. Vuelves a intentar complacer a los demás. ¡Agachas el moño! Porque tu potente sistema de creencias forma parte de tus poderes inconscientes y, por tanto, es más fuerte que tu intelecto.
Sí pues, David y Goliat.
En la historia, ya sabes, David gana no solo llevando consigo su intelecto, sino también utilizándolo certeramente, concentrándose en el punto más eficaz y respecto de esto último, hay una 2ª parte, que guarda relación con nuestras estrategias.
En nuestras mentes, por desgracia, suele ganar Goliat. Porque tiene más fuerza, potencia y empuje. Y eso es porque no queremos admitir que nuestro inconsciente es más fuerte que nuestra mente. Tenemos la pretensión y nos exigimos ser personas inteligentes, razonables y lógicas, las que naturalmente, solo debemos hacer cosas que sean buenas para nosotros.
Por supuesto, de que nuestras vidas deben estar determinadas por nuestro intelecto y no por las fuerzas infantiles que gritan en nuestro interior:
“¡Quiero un helado y lo quiero ahora!”
Y el primer paso para salir de esta situación es la aceptación. Aceptar que tu intelecto puede calcular y pensar con lógica. ¡De que se la puede!
Pero —desgraciadamente— en la mayoría de los casos no actuamos con lógica, más bien actuamos con la balanza demasiada cargada a nuestras emociones y sentimientos.
Solo llamas a tu amiga, si es que lo logras, cuando ya te das cuenta de que sin no lo realizas, la amistad terminará irremediablemente dañada. Cuando la presión del plazo y la solución ya es demasiado grande.
Goliat determina lo que hacemos. A menudo, David solo puede mirar y sacudir la cabeza sin comprender. Y reconocerlo es el primer paso. ¡Aceptarlo!
Admitirlo ante uno mismo: “Por desgracia, mi vida no es el producto de mi mente, sino de mis patrones emocionales, mis impulsos, mis miedos”.
Porque solo cuando aceptamos eso, entendemos realmente los mecanismos de acción en nuestras vidas. Te das cuenta: “Vale, no soy demasiado débil ni tengo poca fuerza de voluntad. Es normal que no haga algunas cosas aunque sería sensato realizarlas”.
Y cuanto más entendamos con nuestro intelecto cómo funcionamos realmente, más a menudo podremos idear soluciones con nuestro intelecto para evitar o engañar a nuestros poderes inconscientes. Por ejemplo, un truco típico es adelantar al principio del día las tareas que normalmente se posponen, porque es cuando todavía tenemos más energía y fuerza de voluntad.
Así que… tus partes inconscientes son siempre más fuertes que tu mente. Pero si tienes en cuenta este hecho, puedes utilizar tu intelecto para dirigir y controlar sabiamente tu inconsciente. Para que tu Goliat también trabaje para ti y no contra ti.
Una cosa más: en la historia de David y Goliat, David mata a Goliat. Por eso, aquí esta comparación no es del todo correcta. Queremos algo diferente. Queremos que nuestro David y nuestro Goliat sean un buen equipo. Que la fuerza y el intelecto vayan bien de la mano. Si puedes lograr eso, dar forma a tu vida se puede volver más fácil.

2ª parte: David y Goliat y nuestras estrategias
Ya lo anticipé anteriormente: La leyenda bíblica también nos muestra otra arista: De que para tener éxito —más allá de lo que cada cual entienda bajo este concepto— no es el tamaño de las fuerzas desplegadas, sino su uso exacto en el punto cibernéticamente más eficaz. Como ya sabemos, el esbelto pastor David derrotó al muy superior comandante de los filisteos, el gigante Goliat. ¿Por qué? Porque David se comportó exactamente de manera diferente a su oponente:
Primero, David concentró sus fortalezas de intelecto, agilidad y destrezas, con la ayuda de la honda, y pudo multiplicar el efecto de sus talentos y habilidades. Goliat, por otro lado, golpeó salvajemente y sin apuntar.
En segundo lugar, David apuntó precisamente al punto más efectivo, a saber, la frente, e hirió fatalmente a Goliat. La explicación es simple: el cuerpo humano es un sistema en red, y David había golpeado el nodo que controla las funciones corporales vitales. Cualquier otro golpe, por ejemplo en el hombro, no habría mejorado la situación de David, pero probablemente solo habría aumentado la ira y la energía de Goliat. Así que no había alternativa para David: tenía que golpear el “punto cibernéticamente más efectivo” para tener éxito.
En sistemas complejos, una variedad de factores materiales e inmateriales están relacionados entre sí. Los cambios en un nivel siempre conducen a cambios en los otros niveles. Especialmente se desencadenan fuertes efectos positivos cuando se resuelven los problemas medulares o centrales de un cuello de botella. En esta reacción en cadena, muchos problemas se resuelven solos, y solucionar el resto se vuelve más fácil. Cada sistema en red tiene uno o más de esos “puntos cibernéticos efectivos” desde los cuales se puede controlar el desarrollo de todo el sistema.
En esta segunda reflexión, la reconciliación de David y Goliat es solo parte de mensaje de fondo: en cada sistema social, sea familia, mercado, empresa, país…, quien reconozca sus fortalezas sobresalientes y con motivación pueda concentrarse en resolver mejor que otros un cuello de botella medular, podrá ser exitoso en lo que se proponga.