“Me lamento, me quejo y me enojo debido a mi desgracia”
Hoy pensaba nuevamente acerca de las personas que viven quejándose…, aquellas que son lastimeras.
Sí, se lamentan cuando hace frío y también cuando hace calor, del contenido de las noticias, de sus parientes, de la pareja que tienen o no tienen, de alguno de sus hijas o hijos, de lo que ven en las noticias, de que no duermen, de la comida, de sus dolencias, de su gordura o flacura, de lo mal que manejan sus autos las personas, de lo alto de música del vecino, de cualquiera que le esté prestando algún servicio, etc., etc., etc.. Ello, en muchos casos incluso conlleva a que en esas personas la comunicación se torne agresiva, intolerante, impaciente. Cuesta encontrarles el motivo por el cual puedan estar contentas, aunque en ciertos círculos actúan muy bien un rol de plenitud y felicidad.
Que se queje alguien que está pasando por un dolor físico o emocional concreto, lo encuentro completamente normal e incluso saludable. Sin embargo, existe en muchas personas la incesante manía de quejarse y entran en un círculo vicioso difícil de quebrar. En realidad lo encuentro una falta de empatía para con quienes las rodean, estar siempre lamentándose. También es miope respecto de los problemas de quienes en verdad tendrían muchas más razones por las cuales quejarse, así como de ingratitud con la vida.
¿Por qué? ¿Cuáles pueden ser las razones?
Sin duda pueden existir decenas de motivos por los cuales quejarse todos los días, lo cual en realidad en la gran mayoría de los casos no conduce a ninguna solución, sino muchas veces a todo lo contrario. Como dijo la famosa escritora Katherine Mansfield: “lamentarse es una pérdida abrumadora de energía, no se puede construir nada sobre eso, sólo sirve para revolcarse.”
Existen personas que lo han transformado en un hábito, a veces incluso heredado. El lamentarse se ha transformado – quizás inconscientemente – parte de su manera de comunicarse: fatalista, negativa, pesimista. La insatisfacción inicial pudo haber surgido por un motivo razonable: una pérdida, una mala experiencia, incluso una depresión cuyos reales orígenes no han sido explorados y resueltos. Pero cuando ese lenguaje quejumbroso y frecuentemente soez, se instala en la manera de comunicarse en la vida de una persona, poco a poco va volviéndose más trivial y normal.
También está el orgullo manifestado a través de la queja y el lamento, donde el intento de tener la razón no pasa a través del desarrollo de un argumento objetivo y realista, sino a través de la queja, de poner ejemplos de lo malo, inepto o poco confiable que es tal o cual persona, entidad, servicio…., entre otros.
Sin embargo, pienso que la principal razón es que en el fondo estas personas se sienten insatisfechas. En realidad no se están quejando del calor sofocante, del mal trato que les dio la vendedora de turno, sino se están quejando de su vida, del gran vacío que sienten y de la falta de sentido en la que están sumidas, de no saber que cosas le dan sabor a la vida y le ocupen en ello una buena parte del día. Esa insatisfacción, obviamente puede incluir a la pareja, la familia, amigos y por supuesto el trabajo. Tampoco poseen la intención o iniciativa para cambiarlo hacia lo positivo, es más, muchas veces se enojan u ofenden si se les hace saber acerca de sus constantes lamentos.
No tengo las herramientas para resolverlo. Pienso que el primer paso es que estas personas reconozcan que son campeones del lamento. Los siguientes pasos, supongo que muchas veces pasan porque ellos mismos induzcan un cambio positivo, en el sentido que sea, o bien, busquen ayuda externa con especialistas.
Deja un comentario