Era un día cualquiera cuando la tos persistente comenzó a hacerme compañía. Al principio, la ignoré, pensando que era solo un resfriado pasajero. Sin embargo, la tos se intensificó y pronto se convirtió en una presión abrumadora en el pecho. Una visita al médico en la urgencia reveló una neumonía que, aunque tratable, me llevó a un camino lleno de desafíos inesperados.
La situación se tornó crítica cuando, tras varias semanas sin tos ni dolores severos, experimenté nuevos episodios de “cuchilladas” intensas sin razón aparente. Me diagnosticaron fracturas múltiples desplazadas en las costillas. En ese momento, la realidad se volvió innegable: no solo estaba lidiando con una enfermedad, sino que me encontraba en una deliberación interna que resonaba con las enseñanzas del libro «La enfermedad como camino». Las afecciones broncopulmonares, de las cuales traigo un lastre desde hace años, a menudo reflejan un conflicto emocional, una presión que no siempre se puede expresar. Era un recordatorio de que, a veces, el cuerpo habla cuando la mente guarda silencio.
La necesidad de una operación para colocar placas costales me llenó de expectación, pero también de determinación. Sabía que esta cirugía no solo era un paso hacia la recuperación física, sino una oportunidad para reflexionar nuevamente sobre mis límites y la importancia del bienestar integral para el presente, que no es más que el futuro cercano. En medio de este torbellino, mi señora, Christi, se convirtió en mi ancla. A pesar de no saber cómo manejar mis intensos dolores, entre impotencia y rabia, fue ella quien me llevó a la urgencia en dos de las cuatro ocasiones que necesité atención médica. Las otras dos veces, llegué directamente desde Viña del Mar, impulsado por la urgencia de manejar los dolores y sanar.
Este viaje no solo fue físico; fue un proceso de transformación. En cada paso, me rodeé de un equipo invaluable: familiares que ofrecieron su apoyo incondicional, amigos cercanos que se convirtieron en un pilar emocional, y clientes que, al final, se transformaron en amigos. Todos a distancia, ya que mis únicas visitas fueron mi señora y mi hijo mayor, Cristóbal (Juan Pablo y Sebastián viven en el extranjero). También quiero destacar al equipo médico posoperatorio, cuyo profesionalismo y dedicación han sido fundamentales en mi sanación.
Se sumaba, que minutos antes de partir al funeral de mi consuegro José Luis, yo estaba realizando esta crisis con mis fracturas costales. Recordamos sus consejos que sonaban a opiniones, directos y sin rodeos, que nos deslumbraron e incluso sorprendieron en muchas ocasiones, enseñándonos el valor de la sinceridad. Su ausencia nos deja un vacío tremendo.
Mientras reflexionaba sobre este proceso y los acontecimientos que se habían suscitado, recordé los principios de colaboración y conexión que son esenciales en cualquier ámbito, ya sea personal o profesional. La resiliencia se nutre del apoyo mutuo, y en cada interacción, encontré lecciones sobre cómo enfrentar adversidades. Este enfoque no solo se aplica a la salud, sino que también se refleja en la forma en que abordamos los desafíos en el trabajo. La adaptabilidad, la innovación y el trabajo en equipo son fundamentales para superar obstáculos y alcanzar nuestras metas.
En la mayoría de las veces el dolor físico es manejable, aunque sea duro. El emocional es más complejo y más profundo. El hito que por lejos más lamento es que no podré participar en un memorable y emocionante encuentro de 4 días en Levicán debido a mis fracturas de costillas. Me apena profundamente perderme la oportunidad de reencontrarme con mis compañeros de curso del IV-B del 74, de revivir esos momentos tan especiales y compartir risas y recuerdos.
Sé que será una celebración de 50 años de egresados del colegio, llena de cariño y alegría, donde la confianza y el respeto que siempre nos han unido se harán presentes. Aunque no estaré físicamente, mi corazón estará con todos ellos, recordando todas las vivencias que compartimos y los lazos que hemos construido a lo largo de los años.
Espero que disfruten cada instante y que este encuentro sea tan significativo como lo imagino. Estoy seguro de que las historias y anécdotas que compartan resonarán en cada uno de mis compañeros, fortaleciendo aún más esa amistad que ha perdurado a lo largo del tiempo. ¡Espero poder unirme en un futuro cercano!
Esta reflexión me lleva a considerar cómo nuestras interacciones como el apoyo mutuo son fundamentales en el proceso de superación, ya sea en los cuellos de botella que en la planificación y organización de estos encuentros de curso, o también, en la canalización de emociones y contención ante el fallecimiento de queridos compañeros de curso.
A medida que avanzo en mi recuperación, comprendo que cada desafío es una oportunidad para crecer. Al igual que en el mundo empresarial, donde cada dificultad puede transformarse en un peldaño hacia el éxito, mi experiencia personal me enseñó que la verdadera fortaleza radica en cómo nos apoyamos unos a otros. La vulnerabilidad no es una debilidad; es una fuente de poder que nos conecta y nos impulsa hacia adelante.
La conexión con los demás se volvió un hilo conductor en mi proceso de sanación. Cada mensaje de aliento, cada gesto de cariño se convierte en una luz en medio del proceso de recuperación. Me di cuenta de que, al igual que en el trabajo, donde las ideas y la creatividad florecen en un ambiente colaborativo, en la vida personal también necesitamos ese apoyo. La soledad puede ser un gran amigo pero a la vez un enemigo formidable, pero la comunidad es una fuerza increíblemente poderosa.
Hoy, al mirar atrás en estas primeras horas posoperatorias, veo cómo esta experiencia ha vuelto a moldear no solo mi perspectiva sobre la salud, sino también mi enfoque en el liderazgo. He aprendido a abrazar la vulnerabilidad, a encontrar fuerza en los momentos difíciles y a inspirar a otros a hacer lo mismo. En un entorno competitivo, recordar que somos parte de un equipo, que cada uno de nosotros aporta algo único, es fundamental para navegar por las tormentas de la vida. Cada vez me identifico más con el liderazgo que promueve ser un ejemplo para los demás, donde el comportamiento del líder influye positivamente en el comportamiento de quienes le colaboran.
En este sentido, también he comprendido que, al trabajar juntos y aprovechar nuestros talentos individuales, podemos ayudar a eliminar los cuellos de botella que enfrentan otros. Cada uno de nosotros tiene habilidades y perspectivas únicas que, cuando se combinan, pueden generar un impacto de sinergia significativa.
Así que, mientras continuamos nuestra jornada, recordemos que cada desafío es una oportunidad para aprender, crecer y fortalecer nuestros lazos. La resiliencia no se trata de enfrentar la adversidad en soledad, sino de construir una comunidad que nos apoye en cada paso del camino.
Gracias por permitirme compartir mi historia. Espero que, al igual que yo, encuentren inspiración en los momentos difíciles y descubran la fuerza que reside en la conexión humana. Juntos, podemos enfrentar cualquier tormenta y emerger más fuertes, más sabios y más unidos.





















































El laudatorio correspondió realizarlo al Presidente del Comité Ejecutivo del LBI, que fue íntegramente realizado en alemán. A continuación los interesados pueden descargar el archivo Word de éste, eventualmente también para lograr alguna idea de su contenido a través de un traductor en línea:





