Cada cierto tiempo, Nietzsche me vuelve a remecer. Eso ya me pasaba – ocasionalmente – en mi época escolar.
Que simple y clara es esta afirmación de Nietzsche, en la cual en el fondo nos dice que las personas estamos presas, sometidas, confinadas, cautivas, reclusas e incluso hechizadas y seducidas en la certidumbre.
Son muchas las personas que no piensan o reflexionan, pero son aún más aquellas que creen pensar y reflexionar mucho, pero viven reprimidas sin la motivación verdadera de buscar el conocimiento más allá del realismo, o de su propio realismo. Cuando digo ya por tercera vez “realismo” en dos líneas, me refiero a que el mundo real es infinitamente más pequeño que el mundo de la imaginación y de la fantasía de los sueños, que todo aquello que rodea los misterios de la metafísica, pero sobre todo que el de los más profundos pensamientos e ideas de los demás, limitando la exploración en la búsqueda de respuestas verdaderamente libres. Demasiadas personas son víctimas de la inerte certeza, convicción o fe de las ideologías políticas, dogmas institucionales, religiones, tradiciones específicas, cosmovisiones filosóficas, incluso de ciertas firmezas y seguridades extremas.
Las certezas, convicciones e incluso la fe, han demostrado con los actos que no son capaces de separar lo real o verdadero, de aquello que no lo es. Es impresionante la potencia de esa certidumbre, confianza o fe en la consistencia de sus ideas, credos y creencias, transformándose en el primer gran cuello de botella para el conocimiento más allá del encajonamiento. Sí, ello limita que demasiadas personas avancen, encapsuladas en la seguridad de poseer verdades absolutas y definitivas, impidiendo que se desarrollen en una búsqueda, investigación y crítica verdaderamente honesta, incluso descalificando a quienes piensan y sienten distinto.
Si bien me considero libre de ideologías políticas “encasillantes” (paradójicamente incluida la liberal), religiones, dogmas, corrientes de pensamiento restrictivas y tradiciones anquilosadas, reconozco que, en algunos temas, a ratos aún debo combatir con mi propia subjetividad inexorable e invulnerable a las dudas y al transcurso del tiempo. En mi a ratos demasiado fértil mundo interior, lo anterior aún constriñe más de lo que quisiera el dinamismo que quisiera poseer, acerca de lo que es realmente importante y en el momento que posee esa relevancia.
Pero volviendo a la afirmación de Nietzsche, los invito a intentar alejarse del encierro, conscientemente, independiente de la naturaleza que este confinamiento sea, dando más rienda suelta a la curiosidad por lo desconocido y lo considerado imposible, incluso por lo supuestamente opuesto. El no permitir ser tan proclives a la sospecha y desconfianza, más allá del espacio, tiempo y realidad que nos toca habitar, ello…, aunque sean las únicas coordenadas que muchos consideran reales, pero que a la vez cercan y enclaustran nuestro natural y a ratos inconsciente afán de ser libres y conocer más.