Alma – Espíritu – Cuerpo – Consciencia
Mi primera lectura que podría llamarse esotérica, fue “El Tercer Ojo” escrito por el británico Hoskin bajo el seudónimo Lobsang Rampa, quien declaró que su cuerpo había sido ocupado por el espíritu de un monje tibetano.
A mis 14 años de edad, por ahí por 1971, nunca dudé que su contenido podía ser cierto, lo que me llevó a leer toda la serie de libros escritos por Rampa. Por muy cercanas al realismo fantástico que hayan sido esas historias, supuestamente autobiográficas del monje tibetano, al menos en mi caso lograron abrir la mente a otras dimensiones de pensamiento, de búsqueda de respuestas. Esas respuestas que nunca encontré en las religiones, me transformaron en un itinerante de lecturas esotéricas, místicas y filosóficas. Quizás ello, más mi gran interés por el deporte, la rebeldía y la parranda, mi bajísimo interés por los estudios escolares, desde fines de mi niñez o bien con el comienzo de mi adolescencia, de alguna manera fui definitivamente distinto al estándar deseado o esperado por padres, familiares, profesores, entre muchos otros. Es decir, desde muy joven me enfrenté a cierto grado de incomprensión, lo cual no necesariamente me resintió. En esos años adolescentes, frecuentemente me manifestaba de manera rebelde e inmadura, posteriormente en forma más introspectiva y melancólica, pero aprox. desde comienzos del ’78 en una cocktail compuesto de osadía, intuición, reflexión, estrategia, consecuencia y consciencia (o algo parecido…). Parte de ello persiste hasta hoy.
Como un vagabundo que busca un sentido para su vida, pasé por una variedad amplia de miradas atípicas para alguien de mi edad, como son el espiritismo laico, regresiones auto-hipnóticas, también por varios filósofos en donde el pensamiento de Teilhard de Chardin, a pesar de ser un sacerdote jesuita, fue quien más me hizo sentido. En realidad, mucho sentido. También incursioné en otros pensamientos diversos como p.ej. El Kybalion, hasta llegar a la física cuántica. En esta última me detuve y por otras razones más bien científicas, me he detenido por un buen tiempo.
Sin embargo, no encontraba las respuestas. Quizás, porque mis preguntas no estaban bien formuladas y en verdad, por largos años anduve un tanto errante, o al menos yo lo sentí así. A veces, son algunos acontecimientos de la vida los que te llevan a hacerte las preguntas correctas, a ver a tus seres queridos desde ángulos distintos; de ver ángulos en otras personas, que antes no veías y además, a (re) encontrarte con personas que te sorprenden, iluminan, ayudan a darle otro foco a las disyuntivas y de pronto, fluyen respuestas.
Me declaro irreligioso, pero no ateo. A veces es difícil de explicar la diferencia. Hago esta aclaración, ya que en las siguientes líneas trataré de resumir de la manera más clara posible una de mis respuestas encontradas más recientemente, a la cual no le doy una connotación religiosa y de ningún credo o culto, sino una mucho más universal, holística. Para explicar la respuesta, me parece necesario compartirles parte de la pregunta y ésta, tenía que ver con encontrar una clara diferenciación y a la vez interconexión sistémica entre sí de alma, espíritu, cuerpo, consciencia, toma de consciencia, eternidad… Ello, sin embargo, no en un afán exclusivamente espiritual o filosófico, sino como un medio para buscar soluciones a dudas bien concretas, así como a enfrentar temas de salud muy específicos.
Si partiéramos de la base, que el alma es aquella substancia eterna pero evolutiva creada por el artífice de la creación universal, podríamos coincidir que el alma es inquebrantable e imperturbable, existiendo como una estructura organizadora en el universo y el mundo. Es por ello, que a partir del alma, sería factible reproducir o derivar conceptos como el espíritu. Por lo tanto, también se podría afirmar, que los actos o acciones del alma son espíritu. El alma se podría modificar, en la medida que el espíritu se perfeccione en dirección del desarrollo del mundo y del universo que esté definido por la Creación, Uno de los principios de la “revivicación”, sería que el vivir eternamente requiere el desarrollo del alma, con nuevas tareas y desafíos. Las almas existirían como luces de la Creación, en un espacio absoluto.
La consciencia debiera ser entonces una estructura, que le permita al alma direccionar al cuerpo. La parte material del alma debiera ser el cuerpo, interactuando entre sí a través de la estructura de la consciencia. En el sentido más amplio, la consciencia debiera ser una estructura que une el mundo espiritual con el material. Al modificar la consciencia, se podrían lograr cambios en el espíritu y con ello, de los actos. Ello significaría, que el alma estaría presente en cada tipo de acontecimiento en el mundo. Es por ello, que el desarrollo del Hombre y su perfeccionamiento, estaría estrechamente ligado al desarrollo de su consciencia. Por ende, no sería demasiado aventurado afirmar, que la principal tarea del Hombre debiera consistir en modificar el estado de su consciencia y el ascenso a estado más elevados de consciencia. Y mientras crezca el número de almas (y personas) que lo logren, la humanidad tendrá más y mejores oportunidades.
Quizás suena enredado, quizás suena extraño que un irreligioso como yo coincida con postulados que van en esta dirección armónica entre alma, espíritu, cuerpo y consciencia. Algunos incluso opinarán, que estoy totalmente chiflado y también habrá algunos que coincidan conmigo en alguna medida. Sin embargo, estos últimos también se preguntarán acerca de lo que se podría hacer concretamente al respecto, para lograr esa evolución de la consciencia. Espero ser parte de una evolución mucho más consciente y así, también poder compartir nuevas experiencias y herramientas en un futuro próximo.
Ah…. y también se abre otra reflexión con componentes de la filosofía, la psicología, psiquiatría….: la real definición de “consciencia”. Buen tema, pero no para este blog.
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