Norte Chico en 7 días – Parque Nacional Pan de Azúcar y amistad reecontrada

En la Caleta Pan de Azúcar, al caer el sol se respiraba una tranquilidad desértica. La arena de playa es amarillo claro, como resultado del desgaste de las rocas más cercanas que son ricas en cuarzo y otros minerales claros. El nombre – aparentemente – viene como bautizo de marinos ingleses, ya que el cerro que da este nombre, en ese entonces era blanco en su cima debido al guano. Hoy ya no lo habitan pájaros.
A lo lejos se escuchaba algún pájaro y el mar se hacía notar cada vez más vehementemente. Madrugué, contemplé un buen rato ese entorno de playa-desierto-cerros y luego desayuné lo que pude.
A las 9:00 estaba ahí en el acceso del Parque Nacional, para registrar mi ingreso en la oficina de CONAF. Yo era el único visitante esperando que abrieran, lo que sucedió recién a las 9:15 AM. Me dieron todas las explicaciones para llegar a mi objetivo y me aconsejaron, que si entraba muy fuerte la camanchaca, siempre me guiara por los camino existentes, los que siempre me llevarían al lugar de estacionamiento de los autos. A las 9.30 iba en camino y por 22 km avanzaría hasta llegar a Las Lomitas, donde dejaría el auto para iniciar mi caminata. Ese recorrido es bastante atractivo, especialmente los últimos 3 km a través de una quebrada, donde a ambos lados de lo cerros de diversos colores y formas atípicas.
Las imágenes resumirán muy bien el entorno en el cual realicé un recorrido desértico, con presencia de diversos cactus como plato fuerte de la flora, así como guanacos, zorros, culebras y lagartijas por la fauna.
En la parte alta, es decir Las Lomitas, los cerros son en parte de granito y rocas metamórficas. Luego viene la kilométrica zona del acantilado que oscila entre los 500 m y los 800 m sobre el nivel del mar y pude recorrerlo casi en toda su extensión. En este acantilado frecuentemente se deposita una densa camanchaca, la que no me tocó ver en esta oportunidad.

Durante rutas de trekking extensas y desconocidas, suelo mirar frecuentemente para atrás y sacar una que otra foto, para memorizar la dirección de regreso. Esta vez también lo hice, aunque si me basaba en el consejo de los guardaparque, “siguiendo cualquier camino siempre llegaría a Roma”, jamás me hubiese perdido… Inicié el regreso por el camino que yo estaba seguro que era…, pero no era. Con el cambio de iluminación y la similitud del entorno, erré medio a medio. De hecho me desvié muy fuertemente y me perdí en pleno desierto, y ya me había consumido 1,5 de los 2 litros de agua que llevaba (ver imagen: yo debí realizar “la A sin trazo al medio”, partiendo desde el globo rojo, sin embargo, mi desvío fue toda esa curva hacia arriba que concluye en el globo rojo).
Ahí recordé que llevaba encendido Wikiloc, una App-GPS para celulares que funciona independiente de si tienes o no señal telefónica, que la utilizan mucho personas que realizan senderismo y bicicleta de montaña. Me percaté que me había desviado una salvajada y comencé a caminar hacia mi punto de inicio guiado por “la flechita” del GPS.
Cuando asumí que debía cruzar un cerrito para llegar, decidí no volver a beber agua hasta divisar mi auto. Inicié el ascenso, con la problemática, que el último tercio era muy empinado y era pura piedra suelta molida, parecida a la la “piedra laja”. Ese ascenso fue muy complejo y lento, incluso peligroso, pero ya no me quedaba otra. Volver era aún más peligroso. Exhausto llegué a la cima y aliviado vi mi auto, ahora junto al de otros excursionistas. Se veía muy lejos y lo estaba. Además, la bajada del cerro también era compleja, pero lo logré de mejor manera de lo que esperaba. Cuando llegué al auto a hidratarme y recuperar fuerzas, revisé el GPS y vi que había caminado casi 20 km de subidas y bajadas, incluido el esfuerzo adicional de ese cerro ya comentado. La idea original era no pasar más allá de 14-15 km.
Ver video:


Más allá de mi autocrítica, debo señalar que una gran deficiencia el el Parque es la señalética. Muy deficiente e inexistente, comparado con otros Parque Nacionales.
Sucio y cansado como estaba, así como atrasado me fui directo a Vallenar, es decir unos 330 km, para llegar cerca de las 20:30 hrs. Allá me esperaba Roberto Calderón, un gran amigo que por distintas circunstancias de las vidas de ambos, no veía en 20 años. Trabajamos juntos muchos años y no sólo teníamos anécdotas e historias que recordar, sino también ponernos al día en tanto tema. Lo acompañaba su hijo menor de 13 años de edad, Salvador, que desde fines de diciembre y hasta ayer se había ido a pasar vacaciones con su papá, ya que reside en Quilpué con Alison, su mamá, a quien también conozco desde la misma época que conocí a Roberto. Cuando llegué, después del abrazo esperado, pedí permiso para bañarme, ya que no me soportaba ni yo mismo. Salvador también hizo lo propio, porque también veía llegando de un trekking.
Para mí, que soy de pensamiento más bien cercano a los liberales, es reconfortante poder conversar abiertamente con un comunista de convicción como Roberto. En esas conversaciones fraternales, te das cuenta de que otros valores y principios ligados a la amistad, pueden catapultar al tercer o cuarto plano a las ideologías de orden político. Ello también lo he comprobado con otras amistades fuertemente cargadas a ideologías de izquierda. Pero no hablamos tanto de eso tampoco, había otras temas mucho más cercanos, cotidianos, mundanos e incluso afectivos. Claro, ello fue junto a un apoteósico asado y unas botellas de Cabernet Sauvignon, así como agua mineral, hasta que nos dio las 3 AM. Por supuesto acepté su hospitalidad y dormimos hasta las 8 AM.
Después de un buen desayuno, partimos con Roberto y Salvador a recorrer puntos destacados de Vallenar, Freirina y Huasco. ¡No podía tener mejor guía que Roberto! Como no teníamos mucho tiempo, nos centramos en parte de la ribera del Río Huasco, donde realizaron obras que los dejaron muy atractivo para recorrerlo, realizar deportes y juegos infantiles.
Luego proseguimos a Freirina a través de campos de olivos, donde el mayor tiempo lo destinamos a un recorrido de Los Portales de Freirina, que data del año 1870, fue declarado monumento nacional en octubre de 1980 y hoy alberga a la municipalidad de la comuna. En el siglo pasado fue un importante centro social, económico y político, ligado al auge de la minería del cobre y el oro en la zona.


Finalmente a Huasco, con rápido recorrido de la ciudad y de ahí directo a buscar acceso a los humedales de la desembocadura del Río Huasco. Ahí estuvimos un buen rato y Salvador, sacó su alma de trekkero y explorador, se sacó los zapatos, remangó el pantalón y recorrió el lugar a través del agua que no supera los 30 cm de profundidad. No vimos muchos pájaros, más peces e insectos, así como una bandurria aislada. Terminamos almorzando pescados y mariscos, los fui a dejar y tras nuevo fraternal abrazo y la promesa de no esperar otros 20 años, a las 16 hrs estaba emprendiendo mi regreso a Santiago, con escala en La Serena, ya que aún estaba exhausto de mi aventura desértica del día anterior.
Hoy me di mi último gusto culinario y tuve suerte: creo que en Los Vilos, donde “Correita”: ¡el mejor caudillo de congrio que he comido en años!
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