Norte Chico en 7 días – Pichasca, Valle del Encanto y un inesperado encuentro…
Era sábado y el desayuno en Socos lo servían recién después de las 8:30 AM, por lo cual salí más tarde de lo previsto. El objetivo inicial era ir hasta Ovalle y de ahí avanzar por 55 km por una ruta que resultó estar en excelente estado, pero que parecía serpentín, avanzando a una velocidad que rara vez superó los 60 km/h. Manejando por el valle del Río Hurtado y pasando por el Embalse Recoleta, el paisaje era sorprendentemente hermoso, encontrándome con un poblado minúsculo tras otro. Finalmente llegué al Monumento Natural Pichasca a las 11.00 AM y la temperatura alcanzaba los 30ºC.
Tras el registro de ingreso, inicié un recorrido de algo más de una hora a pleno sol, en el cual con algo de imaginación y ojo de lince, se puede observar frondosos bosques prehistóricos del Cretácico. El recorrido exhibe algunos pedazos de troncos petrificados junto al sendero. Alguna vez, este fue un bosque húmedo… Hoy y debido a las sequías, incluso existen problemas de conservación para una vegetación principalmente compuesta de Olivillo del Norte, Carbonillo, Espino Rojo y una amplia variedad de cactáceas. La flora petrificada corresponde a árboles afines a las araucarias, arrayanes y eucaliptos.
Además, justamente aquí es donde se produjo el primer hallazgo en Chile de huesos fosilizados de dinosaurios, herbívoros, del tipo Tytanosaurus, de los cuales a un escultor se le encargó realizar una réplica. En un alero rocoso – ver fotos – se han realizado excavaciones que han permitido encontrar restos de cestería, cerámica, armas primitivas y pictografías que datan desde el año 8.000 A.C. No existen cursos de agua dentro del Monumento Natural, sin embargo, el Río Hurtado está a unos 2 km, en el fondo del valle.
Emprendí el regreso por la misma ruta, para llegar al Valle del Encanto, muy cerca de Ovalle y la Ruta 5 Norte. Es necesario ingresar por un camino de tierra de unos 10 km de longitud, hasta llegar a una quebrada denominada “Estero Las Peñas”. En el año 1964 el propietario del lugar, invitó a arqueólogos del Museo Arqueológico La Serena a recorrerlo y constatar el gran valor de lo encontrado. El sitio se caracteriza principalmente por arte rupestre, que se puede apreciar en cantidades significativas, sobre todo en uno de los sectores y en verano, entre aprox. las 13 y 15 horas, debido al ángulo de iluminación solar.
A lo largo de estos años de investigación, los arqueólogos han concluido que probablemente haya sido un “paradero”, o tal vez un lugar ritual de las culturas prehispánicas Molle y Diaguita. Me sorprendió enterarme, de que hoy es considerado el sitio de arte rupestre más grande e importante de Chile, según ellos afirman.
Es realmente impresionante la cantidad de petroglifos, pictografías y piedras tacitas que se pueden apreciar en un recorrido calmado de no menos de dos horas. Además de que la quebrada es un bello oasis de sauces frondosos y otras especies, debido a una vertiente de agua que brota en forma constante desde hace décadas, también es interesante observar formaciones de rocas a nivel suelo, que con sus “tacitas” (orificios) representan la constelación Escorpión y otras, como también – dicen – con la cara del diablo. Asimismo se pueden apreciar muchas otras formaciones de rocas, utilizados como tinas de baño o como santuarios.
Yo lo vine a descubrir ahora y claramente no es suficientemente valorado, para fomentar una visita de más turistas interesados. De hecho, la persona que controla el acceso, me comentaba que el 80% de los visitantes son europeos. Quizás debido a ello está tan bien conservado y no se ven daños ocasionados por personas. ¡Realmente vale la pena una visita!
Mi estómago ya reclamaba insistentemente, así es que rumbo al Parque Nacional Fray Jorge, camino al norte me detuve en la carretera en un “picada de camioneros”, un poco antes de cruzar el puente del Río Limarí. Disfruté una muy contundente cazuela de osobuco, a pesar del calor reinante. Como estaba manejando, me tuve que conformar con una cerveza sin alcohol.
En las Termas Socos, había preguntado por Omar Muñoz, quien otrora y digo desde fines de los años sesenta, primero realizó masajes subacuáticos a mi papá y posteriormente también a mi por largos años hasta casi mediados del ‘80, cuando íbamos a Tongoy a entrenar muy fuerte en el verano y otras épocas durante el año. Incluso después que volvimos a Chile el año 1991, fuimos con Christi y los niños un par de veces. Siempre tuvimos muy buena onda con Omar y yo diría que dejé de verlo mediados de los años ‘90. Lo recordaba con cariño. Me habían dicho en Socos, que aparte de una parcela que que yo le conocía por sus relatos, hoy también tenía una posada por el sector en donde almorcé. Pregunté por él y sorpresa, me dicen que atraviese una pasarela peatonal de la carretera que estaba ahí mismo, y que ahí estaría Omar con alta certeza. Cuando entro al comedor de la posada, el venía saliendo de la cocina con un par de platos para unos comensales. Se me queda viendo, piensa una fracción de segundos y me dice: “¡Ricardito Jervert, no puede ser!”. Después de atender a los comensales, nos estrechamos en un gran abrazo y conversamos un buen rato. Ya tiene 74 años de edad y sigue trabajando duro, todo junto a su esposa que también me recordaba bien, pues trabajaba en la cocina de las termas. Ella recordaba “ustedes eran atletas o algo así y comían como si tuvieran la lombriz solitaria, al menos el triple que el normal de los visitantes”. Trataré de pasar a verlos de nuevo y almorzar ahí a mi regreso del norte.
Cuando llegué a Fray Jorge una hora después de este encuentro, por amago de incendio no me dejaron ingresar. Una lástima, quería volver a visitar ese bosque después de más de 30 años. Al menos, el camino de unos 20 km desde la carretera es bonito, lo que alivió un poco la frustración del momento.
Proseguí a Tongoy, otro hito de los recuerdos, pero en verdad me defraudó: un mar de personas, sucio o más bien mucho más descuidado que antes. No conseguí alojamiento, así es que me comí unos buenos ostiones y un congrio frito en uno de los restaurantes al inicio de la Playa Larga, apliqué Booking.com y fui a parar a La Serena a una minúscula cabaña. Parada técnica, estaba cansado. Tras unas cervezas en la Avenida del Mar, caí en brazos de Morfeo hasta las 8:30 del día siguiente. A pesar de las decepciones de Fray Jorge y Tongoy, fue una gran día.
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