Norte Chico en 7 días – Illapel y Chinchillas
Viernes 25 de enero 2019: la salida de Santiago, cerca de las 8.30 AM fue con bastante más tráfico de lo que esperaba, y se mantuvo intenso hasta La Calera.
Este viaje de 7 días lo realizo sin acompañantes y en auto. Posee varios objetivos: descubrimiento de algunos lugares y reencuentro con otros, en el así llamado Norte Chico de Chile, pero también un espacio donde me es fácil encontrar extensos momentos de una soledad activa y entretenida, la cual necesito cada cierto tiempo. Técnicamente no sé exactamente donde parte y termina el Norte Chico, pero por el sur está claro que hasta Bahía Azul aún hay más vegetación y se ven zonas boscosas aisladas, como manchones en el paisaje. Luego cambia abruptamente entre Los Molles y Los Vilos, donde la sequedad comienza a hacerse notar.
Tomé el desvío a Illapel, ya que mi primer destino es la Reserva Nacional de la Chinchilla, este roedor de piel tan suave como ningún otro, el cual fue cazado indiscriminadamente por décadas, hasta que desde el año 1983 se protegió y creó esta reserva gigantesca. Cincuenta y tantos kilómetros que realicé en 75 minutos, un buen camino pero muy sinuoso y un cuesta larguísima, pero atractiva. Debe ser peligrosa la ruta, ya que nunca vi tantos monolitos y cruces conmemorativas a difuntos, en un trayecto tan corto. Este camino no sólo lleva a Illapel y Salamanca, sino también es opción para llegar a Combarbalá. La razón por la cual probablemente está tan bien cuidado, es porque lleva a la mina cuprífera Pelambres. De hecho, circulan millones de litros de ácido sulfúrico por esa ruta.
Finalmente llegué a Reserva. Un circuito largo estaba cerrado, debido a amagos de incendio ocasionado por fumadores, aunque está prohibido. El circuito corto, en verdad demasiado corto para poder apreciar la flora y sobre todo la fauna que es mucho mayor a lo que pudiese pensarse para un paraje tan seco. Me imagino que en invierno y primavera debe ser una maravilla con las diversas floración, pero ahora con casi 30ºC, esta zona semi-desértica no muestra su cara más amable, sin que pierda atractivo para quienes nos gusta este entorno, ocasionalmente…
A pesar de ello y ya finalizando el recorrido el encargado principal me esperaba, ya que era el único visitante, para mostrarme un encuentro con una familia de ratones de cola pincel. Ver fotos. Posteriormente me dio una clase particular acerca del lugar, la chinchilla y de toda la variedad de aves, roedores y zorros que habitan el lugar. Como broche de oro, un rústico nocturama, para apreciar algunos de estos roedores en acción, así como a las chinchillas, por supuesto…
A continuación, mi plan er llegar a Huentalauquén desde arriba, bajando los cerros, recorriendo en gran parte un sorprendentemente caudaloso Rio Chaopa. Pasando por Mincha, Canela y diversos caseríos. Pero la infinidad de caminos de ripio que fui encontrando en las enormes mesetas, sin señalización y un Waze desorientado, alargaron en más de una hora mi viaje, ya que literalmente me perdí. Sí, ahí estaba, caseríos abandonados a la suerte de los burros, muchas cabras y ovejas, pero los humanos brillaban por su ausencia. Hasta que encontré a la Sra. Hermenilda (no sé si se escribe así), quien tras preguntarle por el camino correcto me responde que no sabe, que hace quince años no sale de ahí de los cerros… Me quedé mudo. Por respeto no la fotografié, en ese momento ni me atreví a preguntarle debido a la impresión. Finalmente sí encontré quien me orientara, un chofer de un camión 3/4 que lleva víveres y otras cosas semanalmente a esos caseríos y conoce las rutas de memoria.
Agotado, llegué a las Termas Socos a las 6 PM, muy venidas a menos, en donde sí me pude reponer de la larga manejada con un masaje subacuático de una hora.
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