Alemania y Noruega 2017 – Vuelta por Berlín y registro en la Maratón
Cuando llegué a las 7:30 AM a realizar mis planificados 45 min de “elíptica” al gimnasio del hotel, JP ya concluía su último entrenamiento en la trotadora y Berni ya estaba elongando. Más tarde desayunaríamos juntos, recorreríamos un poco Berlín y partiríamos a la Expo de la Maratón donde desde las 14 hrs JP debía retirar chip, número para la carrera y otras cosillas.
Por ello en la mañana nos dedicamos a algunas visitas de rigor: Alexanderplatz, dónde también aprovechamos subir al Fernsehturm de algo más de 200 m de altura. No había tan buena visibilidad, pero al menos había… Luego recorrimos la zona del Reichstag, Brandenburger Tor, le dimos una mirada a las apoteósicas embajadas de los países de la ocupación y ya era hora de almorzar algo rápido, así es que nos fuimos a un restaurante italiano sencillo que encontramos en el camino. El mesero italiano que en un inicio fue más bien parco, tras deducir que éramos chilenos (¿habrá sido por alguna palabra soez típica chilena?) se transformó y se puso simpático y elocuente, conocía de Viña del Mar y Santiago, al Colo Colo, la Católica, Cobresal, al Wanders, obviamente a Salas y Zamorano. Todo se debía a que tenía una amiga chilena y obviamente, le gustaba el fútbol.
Algo pasado las 2 de la tarde llegamos a la Expo. Mucha gente en la fila para acceder, sobre todo corredores, pero también público general interesado en acompañar a corredores, así como interesados en adquirir indumentaria y accesorios para el “Running”, ya que eran 8 pabellones llenos de un cuanto hay alrededor del tema.
Una vez que JP dejó en regla todo lo concerniente a su participación, nos dedicamos a recorrer la Expo y obviamente, fue inevitable que JP se probara algunas novedades.
Finalizamos el día cenando temprano en el restaurante bávaro cercano al hotel, donde nos volvió a atender una polaca que ya lleva 30 años en Berlín, muy simpática y que cariñosamente llamamos “la cara pálida” (ver foto) debido a la blancura de su piel. Mientras cenábamos, una señora mayor se pegó un tremendo costalazo bajando desde el piso superior del restaurante y demoró mucho rato que llegara su marido, además con cara de choreado, mientras la atendían meseros del lugar, incluida nuestra “cara pálida”. Gente rara. Algo pasado las 9:00 ya estábamos en nuestras piezas y tras haber caminado su buen poco, la idea era irse temprano a la cama.
Deja un comentario