Cuba 2017 – Alrededores de Trinidad
La mañana siguiente salimos temprano en nuestro raudo Peugeot, rumbo a la sierra en busca de un Mirador en una zona montañosa no muy alta (para nuestros estándares) y conocer un poblado y en especial el parque nacional, llamado Topes de Collantes. Todo ello a no más de 25 km de Trinidad. Una larga subida muy empinada y sinuosa, hizo que el francés sufriera más de la cuenta. Del mirador poseíamos una preciosa y extensa vista de Trinidad y la Península de Ancón en toda su extensión. Continuamos el ascenso en un entorno de variada y densa flora. En Topes de Collantes nos dirigimos a un centro de información y decidimos partir a ver la que se supone es una de las más atractivas cascadas de Cuba: El Nicho. Ello quedaba a 23 km de ahí y nos pareció interesante. A Christi le preguntaron si viajábamos con vehículo 4WD, a lo que ella respondió negativamente. Ahí quedó la conversa sin que profundizaran en el tema.
Cuando habíamos avanzado unos 15 km con un camino de constantes desniveles, donde se mezclaban camino de tierra, asfalto, concreto, rocas, piedras, zurcos gigantes y hoyos de diverso calibre, percatándose ella que yo debía hacer uso creciente de toda mi experiencia en manejo todo terreno, me comentó de la pregunta de la persona del centro de información. No había terminado de comentarme, mientras nos acercábamos a un caserío, cuando de la nada nos encontramos de frente con un caballo desbocado, de esos que amarran al borde de caminos y carreteras. Con la cuerda colgando pasa rozando el auto. Sin habernos recuperado de la impresión, nos enfrentamos a un muchacho de unos 12 años de edad, quien pasa a nuestro lado corriendo desaforadamente tratando de alcanzarlo. Más atrás, alguien quién podía ser el padre del joven. Seguimos lentamente adelante por el camino desastroso. Mi preocupación era que alguno de los neumáticos, no aptos para ese terreno, se dañara y quedáramos botados en ese sector sin mucha posibilidad de recibir ayuda. En los 15 km que habíamos avanzado, no nos habíamos cruzado con ningún vehículo. Después de cruzarnos con tres hombres con machete en mano, que Christi no vio porque iba mirando el mapa, así como encontrarme con obstáculos camineros más severos, decidimos abortar 5 km antes de llegar a destino.


Cuando veníamos al inicio de este camino desde Topes de Collantes, habíamos visto unos tres taxis turísticos estacionados junto a lo que parecía el acceso a un sendero. Nos detuvimos. El cartel decía Valle Guanayara. Cerca había una casona rural y un puñado de militares jóvenes, quienes nos comentaron que había una cascada y unos pozones naturales. Que en total era un trayecto de unos 3 km de caminata en una dirección. Partimos, por suerte con los zapatos apropiados. Era la bajada a una quebrada. De puro pensar en la subida, ya sudaba la gota gorda. Realmente exuberante, linda cascada y precioso entorno. Christi se bañó en uno de los pozones de agua cristalina; esta vez yo pasé. La subida fue dura, muy pesada. A pesar del esfuerzo los pulmones anduvieron bien, con limitaciones, pero resistieron estoicos.
De regreso en Topes de Collantes partimos a la Casa del Café, que nos habían sugerido. Muy rico, cosechado y procesado ahí mismo. No compramos de las bolsas que tenían a la venta, ya que no estaban selladas al vacío y con nuestros controles sanitarios en el aeropuerto, tendríamos puros problemas.
No habíamos almorzado y era la cinco de la tarde, así es que partimos a ver unos árboles gigantes ahí cerca, para regresar a ducharnos y juntarnos en el italiano con las chicas que irían a encontrarse con nosotros a pesar de estar de franco. De nuestra casa al restaurante, nos agarró un aguacero que transformó las calles en riachuelos en menos de 5 minutos. Nosotros también mojados. Pero con 25ºC importa menos estar empapados. Ahí estuvimos hasta un poco antes del cierre y cuando toda la clientela y se había ido, compartiendo en una temática variada con gran parte de ambos equipos de trabajo y la Súper Gata. Muy cálido, muy ameno, gran aprendizaje.
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