El Valor de la Amistad
Las verdaderas amistades que perduran en el tiempo, en los encuentros intensifican la sensación de estar plenamente con vida y a pesar de las ausencias (sin reproches), son fácilmente reactivables en su emocionalidad y entrega de confianza.
Cuando conoces a alguien desde hace casi medio siglo, ya que fuiste compañero de curso la segunda mitad de tus años de colegio, de esos jóvenes de nuestra adolescencia, es donde no tienes nada mucho que esconder de tus raíces ni de tu esencia. Por los caminos que cada uno tomó, puede suceder – como en este caso – que en ese medio siglo no te volviste a encontrar más que una decena de ocasiones, pero algunas de ellas cargadas de emocionalidad y reafirmación de vínculos profundos que dejan marca, donde en cada puesta al día se comparten de manera intensa – entre otros – las alegrías, tristezas, miedos, sueños, dolores y objetivos. Es lo que me ha sucedido con algunos pocos ex compañeras/os de curso del colegio, dentro de los cuales también está mi querido amigo Eduardo (Edy) Kapsch. En el último tiempo, me está sucediendo lo mismo con más amigos de la adolescencia que conocí en otros entornos, así como otros amigos que conocí ya mayor, pero cuya amistad es igualmente intensa en sus encuentros, ya que logra conectar con gran rapidez y sin filtros ni (pre)juicios con lo esencial en cada uno de nosotros. Si a ello se suman vivencias y afinidades adicionales compartidas en la época escolar, como son el deporte, la música rockera setentera, tantas payasadas realizadas en forma individual o conjunta, búsquedas de caminos espirituales, así como anécdotas asociadas a hierbas y fluidos icónicos de la época, la toma de conciencia retrospectiva me confirma que con Edy siempre hubo más cosas en común que aquellas que separan o son indiferentes.
Claro, además por qué no decirlo, con Edy también recordamos la actuación, no esa en escena, sino aquella que se desarrollaba en el aula, con interrupciones no solicitadas a la clase, manifestada en forma de bromas, diálogos, monólogos, frases, silencios, caras de mimo…., múltiples situaciones individuales o colectivas llenas de creatividad y humor, pero frecuentemente también cargadas de inmadurez e imbecilidad. Por ello digo, con personas como esas, como con Edy, uno en verdad se conoce muy re’bien desde potrillo.
Breve digresión: ya desde la época escolar, Edy fue un actor y comediante virtuoso. Los “sketches” oficiales y espontáneos producidos en el colegio, en esa época eran generados en lo medular por el posteriormente famoso Gustavo Graef, Harald Klingenberg, así como Edy y otro de mis compañeros de curso, Cristian “Pirulo” Durán. Este grupo tuvo momentos memorables en el aula magna repleta de público. Si hoy lo pienso con detenimiento, Edy como humorista-comediante con guiones de Pirulo, habrían sido grito y plata, aquí y en la quebrada del ají, ya que no sólo les resultaba con gran éxito en castellano, sino también en idioma alemán y si se lo hubiesen propuesto, también en inglés. Edy es un tremendo actor y comediante, quizás de los más talentosos que he visto y conocido, pero que no quiso ser famoso. Poseía otras prioridades actorales y personales en su vida, distintas o incompatibles con la fama.
Independiente de escuetos contactos por escrito en los últimos años, la última vez que estuve con Edy fue en octubre del año 2004. ¡Ni más ni menos hace casi 13 años atrás! No es tanto pensarán algunos… ¡Yo digo que es una eternidad…, es lo mismo que hacer toda la época escolar de nuevo! Ufff. Ese encuentro fue para la memorable celebración de los 30 años de egresados del colegio de nuestro curso (no la generación), realizada por todo un fin de semana en el refugio de Río Colorado del Colegio Alemán de Santiago. Edy viajó desde Alemania para la ocasión. Después no asistió más a los también memorables encuentros anuales, casi siempre por todo un fin de semana, donde con gran convocatoria y frecuentes catarsis, el curso IVºB del ’74 ha realizado en Río Colorado, Morrillos, Limache, Panguipulli y Colliguay. Tras ese encuentro de curso, estuve en un “post-carrete” con Edy en casa de nuestra compañera Mónica y su marido Oscar (de un curso paralelo), también memorable, terminando Edy en mi casa en una interminable y fantástica conversación de “ultra-post-carrete” que concluyó de madrugada. Esa fue la última vez que nos habíamos visto con Edy. Ello…, hasta este fin de semana.
Como decidí viajar intempestivamente a Alemania por temas que no viene al caso detallar acá, tendría un paso obligado desde Frankfurt a la “Nordsee” (mar del norte) por la región en que vive Edy. Decidí insistirle, que inmediatamente arribado a Alemania este viernes en la tarde, pasaría a verlo incluido todo el sábado hasta la madrugada del domingo, ya que – justamente hoy domingo en la mañana – yo debía proseguir mi viaje. A través de “Messenger” acordamos reunirnos. Algo me decía, que debía encontrarme con Edy. Fue emotivo, sin duda. Más allá de ponernos al día en una batería de temas de toda índole y en todo el rango de las emociones, tuve la alegría adicional de poder compartir algunos momentos con la mayoría de los integrantes de su familia. Uno de sus cuatro hijos, Amanda, canta con el alma y de manera maravillosa (pude verla en vivo en un acogedor concierto). Pero evidentemente, también pudimos ahondar en extenso los temas donde hoy nos aprieta el zapato de manera más intensa.
¡Que feliz encuentro de corazón, que largas, sensitivas, emotivas y también divertidas conversaciones!
Espero que para el próximo encuentro no debamos esperar otros 13 años…
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