En uno de los pasajes de la reflexión que escribí para mi cumpleaños nr. 60 , me referí a los apegos: “entiéndase como apego, que ya no quiero depender emocionalmente de otras personas y menos aún de la reputación, el dinero, el poder, la fama o simplemente la aprobación en todas las cosas cotidianas por parte de otros, para ser feliz”. Pues bien, en la medida que van desapareciendo los apegos, también crece la libertad emocional. Algunos podrán decirme, que entonces el amor también es un apego, una especie de esclavitud consentida. Pienso que no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo. Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso. Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie.
Pero en realidad me salí del foco de lo que realmente quería escribir. Me quería referir a los apegos materiales. Hay demasiadas personas que si de apegos se trata, suman los apegos materiales como una casa, un auto…, pero también de cosas materiales más pequeñas y se van llenando de “cachureos” que bien podrían ser útiles para otras personas. No se trata de desprenderse regalando basura, sino de cosas verdaderamente en buen estado, de las cuales sin ningún esfuerzo económico es fácil lograr desprenderse de manera solidaria. No es necesario esperar alguna campaña de alguna fundación, un terremoto, inundación o incendio para desprenderse de ellas. La única limitante es la esclavitud que produce la avaricia o la inseguridad en el futuro (“quizás podría llegar a necesitarlo…”). ¡Piénsenlo!
Ya me había referido a los apegos del tipo “casa”. Especialmente cuando tu vas construyendo un espacio como el que nosotros fuimos creando desde un “peladero” en nuestra parcela cerca del pueblo de Catapilco, donde vas creando espacios, rincones, ves crecer los árboles que plantaste, disfrutas tu quincho, piscina y tina exterior de ciprés con calefactor a leña, tus hijos y nietos lo gozan cuando van, también se produce una especie de esclavitud emocional respecto del lugar. En realidad, la esclavitud parte cuando por distintas circunstancias dejas de ir por tiempos prolongados, tus hijos y nietos tampoco van, de manera realista puedes prever que será una constante, la mantención de un jardín, casa, parcela, bodegas, quincho, juegos infantiles, etc., genera costos, no muy elevados, pero sí lo son si no lo usas. Es por ello que después del invierno, en septiembre de este año, pondré a la venta la parcela, sin dolores emocionales, sin apegos mal atendidos, con absoluta libertad emocional, con la certeza que el afecto de los lindos recuerdos por lo construido y vivido en nuestra parcela, seguirán siempre presentes.