Visviri y Tacora
Después de Chungará y el recorrido de regreso a Putre por caminos alternativos, parecía que sería difícil de superar, pero no fue así… Este recorrido, aún cuando muy distinto, podría equipararse en cuanto a belleza.

Existen tres rutas posibles hacia Visviri, pero Carabineros nos sugirió tomar la ruta pavimentada. Después de subir a algo más de 4.300 m de altura y un poco antes de Chungará, tomamos a la izquierda rumbo a este poblado que está a casi 4.100 msnm y el más septentrional de Chile, fronterizo con Bolivia y Perú. También existe un paso fronterizo formal a Bolivia. Sus estrechas calles, habitadas por no más de 300 personas, insinúa un pasado de bonanza y de gran actividad comercial, ya que por este lugar circuló hasta 2001 el tren que conectaba Arica con La Paz. De esa época dorada aún es posible encontrar algunos vestigios, como vagones y algunos tramos de la línea férrea. En lo restante, da la impresión que hay más personal de la PDI y de Carabineros en lugar, que habitantes propiamente tales. El poblado en sí no es nada atractivo y pertenece a la Provincia de General Lagos, aparentemente pariente histórico de Christi.
Pero lo que fue muy llamativo e impresionante, fue el camino hacia Visviri, extensos bofedales y en ninguna parte vimos tantas llamas y alpacas, miles a lo largo de todo el trayecto. También visitamos algunos de los pequeños poblados, más bien caseríos, que encontramos en la ruta.
Después de haber conversado con Carabineros en Visviri, donde queríamos saber el estado de los caminos rumbo a Tacora, nos dieron luz verde indicando que debía manejarse con precaución, pero estaba completamente transitable. ¡Pues bien, que nos dijeron! En la ruta, obviamente nos topamos con nuestros buenos amigos camélidos, pero al rato nos bajó el hambre, ya era cerca de las 15:00 hrs, así es que decidimos extender el toldo montado en el auto, sacar mesa y sillas y cocinar una bolas de carne con salsa de tomates. De ahí seguimos rumbo a Tacora, en donde esperábamos acceder muy cerca al volcán que lleva el mismo nombre, específicamente al sector Aguas Calientes.
En el caserío de Tacora, pasamos a Carabineros y no reportaban mayores daños severos al camino que llevaba a Aguas Calientes, por lo cual partimos de inmediato. En camino, por primera y última vez en viaje nos cruzamos con un pequeño Ñandú.
Cuando arribamos al sector de Aguas Calientes (donde brota agua termal desde la tierra, pero no hay pozones) que está por el lado posterior al Volcán Tacora (5,980 msnm) y colinda con el límite con Perú, nos encontramos de frente con las ruinas del complejo industrial azufrero Tacora y este campamento llamado Aguas Calientes. A todo esto, junto al volcán Tacora se ubica su hermano gemelo, el volcán Chupiquiña, levemente más bajo. Es llamativo: cuando estás a 4.600 m de altura, un volcán de 6.000 m se ve bajo, es una sensación extraña.

Este campamento se encuentra a 4.500 metros sobre el nivel del mar, en el valle desde donde se origina el río Azufre y está conformado por tres áreas: el sector del campamento constituido por conjuntos habitacionales de muros de adobe, galpones para la mantención de maquinarias y edificios de servicios; el área industrial de Aguas Calientes que incluye instalaciones para el procesamiento de caliche y su embarque en el ferrocarril de Tacora y la casa de administración, edificio de 40 metros de largo y 10 metros de ancho de hormigón armado y cerchas metálicas. El complejo industrial y el campamento, funcionaron activamente entre 1925 y 1966. Posee un valor histórico, ya que el emplazamiento de las azufreras de Tacora influyó en la definición del límite internacional entre Perú y Chile. El ferrocarril de Tacora permaneció en territorio chileno por expreso acuerdo para que las azufreras del Tacora y sus dependencias quedasen bajo jurisdicción chilena, definición que se concretó mediante el Tratado de Lima, que fue firmado en 1929 entre Chile y Perú, y que puso fin a la controversia de la soberanía de las provincias de Tacna y Arica.
Decidimos ingresar y llegamos hasta lo más alto que podíamos ingresar en el campamento. Los videos hablan claro, no dejen de verlos. Además, no queríamos quedarnos mucho tiempo, y que de pronto comenzó a nublarse y estábamos advertidos de las repentinas tormentas eléctricas y lluvias altiplánicas torrenciales.
Cuando regresamos a reportarnos a Carabineros en el poblado, el Suboficial Jorge Molina, a cargo en ese momento, nos invitó gentilmente a compartir un té con ellos, acompañado de unas galletas. Muy amena la conversación e instructiva a la vez, que que aprendimos mucho acerca de lo extremadamente dura y riesgosa que es la tarea de Carabineros en en zonas fronterizas sin pasos formales. No haré infidencias de lo conversado por casi una hora y media…, ya que desconozco si estoy autorizado a hacerlo público. Con este “atraso” debido a la conversación, llegamos de noche a Putre, donde a ratos fue muy complejo el manejar con el sol poniéndose de frente (es muy distinto en altura, casi no se ve nada). En el camino de tierra en buen estado salvo las zonas con pasadas de ríos o quebradas, que fue distinto y por el medio del Altiplano, nos tomó casi 3,5 horas llegar a Putre, siempre acompañados de llamas, alpacas y lindas vistas.

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