Valle del Huasco
El título de Valle del Huasco es sólo una simplificación, ya que me refiero a la cuenca. El Río Huasco, más arriba y adentrado en la precordillera, es alimentado por otros tres ríos: del Tránsito, del Carmen y Conay.

Pues bien, como nos queríamos sumergir en Atacama de un “huascazo” (en honor al lugar, aunque en el sur muchos lo escriben con “g”), viajamos de Santiago directo a Vallenar. Sólo nos detuvimos un poco más al norte de “Socos”, para “desayunar” unos huevos revueltos en una conocida parada de camioneros.
De ahí directo a Vallenar, más bien unos km al norte a un condominio de parcelas de colonos del desierto (no tienen agua potable de red, tampoco electricidad y alcantarillado menos aún), donde desde hace ya algunos años mi amigo Roberto Calderón disfruta y desarrolla su vida semi-ermitaña con su Centro de Aprendizaje Ecológico Lui041 Desde nuestra llegada nos acompañó un asado, a ratos regado, así como varias amistades y un hijo de Roberto. Sabíamos que nos quedaríamos a cargo del predio, debido a que esa misma noche Roberto debía viajar junto a su hijo a la zona central, ya que sorpresivamente había fallecido su ex-suegro. Gracias a Roberto por dejarnos a cargo de su parcela desde las 22 hrs aprox., así como poder dormir en su casa. Al día siguiente le dejamos la llave en una vulcanización cercana al condominio.


Al día siguiente, temprano, nuestro objetivo era recorrer el Valle del Río Huasco, en especial desde Alto el Carmen hacia la cordillera. Se le conoce como el Jardín de Atacama, ya que su gran cantidad de pueblitos, terrenos agrícolas y actividades ligadas a sus atractivos naturales son el escenario perfecto para observar las tradiciones campestres con orígenes en la cultura diaguita. Aquí se produce el Pajarete (que no lo degustamos en este viaje), un dulce vino típico, y deliciosas aceitunas para acompañarlo (las que sí consumimos…).
En verdad llama la atención la abundancia de agua que existe el todo el valle, la que aumenta en la medida que fuimos adentrándonos y subiendo en altura.
Con el día aún nublado y fresco, nuestra primera parada y antes de llegar al cruce hacia Alto del Carmen, fue en un mirador para observar el impresionante embalse Santa Juana que posteriormente nos acompañó otros aprox. 10 km, donde el valle ya comenzó a mostrar su exuberancia, contrastando con los cerros más “pelados” y típicos de secano.
Durante todo el día recorrimos el valle completo, hasta llegar donde se terminaba el camino en Junta de Valeriano. De todo lo visto en esta parte del valle, es decir al oriente de Vallenar, sin duda lo más destacado fue la sorprendente Quebrada La Totora que la recorrimos en toda su extensión permitida, así como los cerros multicolores de la Quebrada de Pinte (erróneamente hablo de “Pinta” en un video) que ya pertenece al valle del Río del Tránsito. Acá también es posible encontrar formaciones geológicas correspondientes al periodo Jurásico, donde gran parte de sus laderas expuestas presentan restos paleontológicos marinos. Visitándolas, en un resbalón mi amigo Willy fue a cabecear el tronco de un antiguo chañar que dejó daños en la frente y un párpado.
Finalmente y con permiso de los lugareños (los únicos a decenas de km a la redonda) y en un lugar bastante desolado ya que en el Museo de la Quebrada de Pinte “penaban las ánimas”, armamos nuestro primer campamento por una noche, ya que al día siguiente proseguimos al sector poniente del Valle del Huasco y de inmediato, la ruta costera que une la localidad de Huasco y Caldera. En la mañana y a la hora del desayuno, por supuesto nos visitó una pedigüeña, ponderada y simpática perrita “casi labrador”.


Tras desarmar el campamento, partimos rumbo a Freirina, ya al poniente de Vallenar, mal conocido por los purines de Agrosuper, cuyo “elefante blanco” sigue ahí, aparentemente funcionando a menos de media máquina. El poblado de Freirina, inmerso en la parte baja de este valle, se caracteriza por sus cultivos, en especial de olivos, al igual que sus vecinos de Huasco. Esta parte la recorrimos relativamente rápido y sólo nos detuvimos algo más de tiempo en un incipiente museo al aire libre acerca de la historia de la producción del aceite de oliva en la zona. Ahí mismo en Huasco Bajo, en teoría se pueden visitar plantaciones de olivos centenarios, pero en ese momento imposible de realizar gracias al virus…
En el próximo relato continuaré con nuestro recorrido por la costa, Caldera y sobre todo sus alrededores, así como nuestra primera incursión a la alturas, por sobre los 4.500 m de altura.

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