Cinque Terre – Riomaggiore y regreso a Vernazza
Hoy sábado nos tocaba el quinto pueblo de las Cinco Tierras. Ya en el tren se notaba que era fin de semana, ya que la afluencia de personas había aumentado bastante. Llegamos rápido a nuestro destino, el más cercano a La Spezia: Riomaggiore, que es un pueblo ordenado y limpio, con numerosas casas coloradas, empinadas en la montaña, que se extienden desde lo alto hasta la orilla del mar, en un pequeño pero encantador embarcadero con un malecón desde el cual se observa todo el pueblo con toda la belleza de una postal.
Por estos lados hasta ahora no hemos visto verdaderas buenas playas, pero a los locales y muchos turistas parece no importarles, porque se meten al agua en cualquier lugar permitido. Para no ser menos, buena parte de la mañana estuvimos en “una playa”, de piedras y rocas…, pero igual disfrutamos el agua que no estaba ni fría ni caliente, yo diría a ojo de buen cubero, a unos 25ºC. Christi incluso se bañó tres veces y luego como buena lagartija se asoleó, mientras yo partí a buscar la sombra cerca del embarcadero.
Después y en toda calma caminamos recorriendo sus calles y más escaleras (si no he afirmado mis glúteos en este viaje, es porque “ya pasó la vieja”…), descubrimos hermosos rincones, disfrutamos del vaivén del pueblo y sentir su alma y esencia marina, nos detuvimos en los pequeños negocios de artesanía, también nos detuvimos por un buen rato a almorzar una fantástica ensalada caprese y una pizza de mozzarella/salami, acompañados primero de cervecita, luego unos vinos blancos locales. En eso entramos en conversación con una pareja algo mayor que nosotros, pero ni tanto tampoco, ella australiana y él irlandés, que residen hace décadas en Perth. Entretenida conversa. A nuestra mesera le cayó en gracia Christi, a mi no me daba ni la menor esférica, mientras a Christi la trataba de “tesoro”, “cariño” y hasta nos cobró menos, no sé si por el flechazo o porque era débil en matemática. Con los australianos nos hizo mucha gracia la situación.
Las estaciones de trenes no suelen ser metas turísticas, pero Riomaggiore es una hermosa excepción, ya que el túnel que va de la estación ferroviaria hasta el pueblo, por un costado está realizado totalmente con mosaicos de colores, representando el mar y las joyas que este esconde. Bellísimo, pero difícil de fotografiar por la falta de luz y ajetreo de personas que ahí circulan.
De ahí tomamos el tren y partimos a darle una segunda vuelta a Vernazza, la cual disfrutamos con otra mirada, con mayor calma, nos comimos el mejor helado que he probado en décadas, tanto así que en esa gelatería siempre había cola de 8 a 10 personas para comprar. Cerca de las 17 hrs partimos a la estación, vean la foto con unos autoadhesivos que encontramos pegados en una caja metálica de electricidad y descubran ustedes mismos… Regresamos al hotel a sacarnos la sal del cuerpo y poner en reposo las piernas por un rato.
Ya repuesto, no me aguanté y partí solo aquí cerca de nuestro hospedaje, a saborear una pizza de mozzarella y pesto, masa delgadísima y extraordinaria. Nunca la había probado. ¡Para repetírsela y por el pesto, típico de acá en Liguria! Christi “ya no quería más guerra” y se quedó guardada…
Con ello, fin a Cinque Terre, valió la pena, realmente. Pero seguimos acá en centro de operaciones La Spezia, mañana y algunos días siguientes, serán nuevos lugares y experiencias del tipo humano, cultura, arquitectura, natura…
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