¡Rumbo a Cesky Krumlov…, y llegamos!
Al día siguiente, nos subimos raudamente a nuestro auto arrendado, un Toyota Corolla del año pero para mí tamaño, bastante estrecho para manejarlo. Aprovechamos desviarnos un poco del camino hacia Cesky Krumlov. Ya unos km fuera de Praga, el paisaje se torna campestre y boscoso, mayoritariamente por buenos pero estrechos caminos rurales y no por autopistas. Primero pasamos a las Cuevas de Koneprusy llenas de estalactitas y estalagmitas. Se encuentran en Bohemia central, cerca de los castillos de Krivoklát y Karlstejn. Fueron descubiertas en el año 1950 y abiertas al público en 1959 y se formaron en rocas de caliza devónica de hasta 400 millones de años. Se desarrollan en tres niveles y la diferencia de altura entre el nivel más alto y el más bajo es de más de 70 metros. Su longitud total sobrepasa los 2 kilómetros, pero la ruta accesible tiene aproximadamente 590 metros que recorrimos en aprox. una hora. En el Siglo XV, en el nivel superior se encontraba un taller secreto de adulteración de monedas. En realidad son únicas, por su contenido de ópalos y por hallazgos paleontológicos que documentan el desarrollo de la naturaleza durante los últimos 1,5 millones de años. Sin duda lo más impresionante que me ha tocado ver en cuevas naturales. La fotografía estaba prohibida al interior, por lo cual la foto que muestro es oficial.
De ahí y sin perder el rumbo, visitamos el Castillo de Karlstjen, un castillo gótico construido en 1348 por encargo de Carlos IV, Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico y Rey de Bohemia (¡échate un título!). ¡Hermosa y fotogénica esta tremenda obra! Esta imponente fortaleza utilizada durante muchos años para custodiar los tesoros reales, se alza sobre una colina rodeada de bosques. El ascenso al castillo lo realizamos desde un camino que va atravesando un pequeño pueblo lleno de restaurantes y casitas color pastel, donde finalmente desembocamos en un verdadero prodigio de torreones y murallas, bastante cansados porque los casi 2 km de subida son bastante empinados.
Pero “directo al grano dijo el pollo”, a las 20 hrs partimos iniciamos un tour nocturno privado a pie de casi dos horas con Wanda Zuchánková, una mujer checa muy culta, simpática, con un español de acento mexicano y que nos dio más que un buen barniz de inmersión en esta pequeña ciudad de Bohemia del Sur. Rápidamente hicimos “buenas migas” con ella. La idea fue aprender “altiro” sobre la historia antigua y reciente de Cesky Krumlov (que nos servirá cuando nos movamos solos posteriormente). Dimos un buen paseo por las estrechas calles medievales torcidas después del atardecer y admiramos los palacios renacentistas del segundo castillo más grande de República Checa. ¡Es casi una ciudad diferente por la noche que durante el día, dicen, ya nos tocará!
Cuando sales a los miradores, a pesar de ser de noche, Cesky Krumlov parece como altiva sobre un sinuoso meandro del río Moldava. El viejo Cesky Krumlov permaneció casi olvidado durante la época comunista; sus edificios soportaron décadas y décadas sin una mano de pintura y sin un parche porque sus habitantes preferían vivir en los nuevos barrios de corte soviético, más feos, pero más prácticos. Gracias a eso, el pueblo se libró de tropelías arquitectónicas como las que vivieron otras ciudades al otro lado de la cortina de hierro. También las reliquias sobrevivieron bien a los nazis, ya que esta región siempre fue vista por ellos como parte de la Alemania de la época.
El pueblo mantiene un urbanismo medieval perfecto, casi todo peatonal, lleno de fachadas de esgrafiados geométricos y revocos de vivos colores; casas góticas, renacentistas y barrocas restauradas ahora como pensiones familiares o cálidos restaurantes que cierran temprano; inclinados tejados rojizos con gabletes puntiagudos, escalonados o de campana, y puentes de madera que salvan el ir y venir del Moldava y de los canales abiertos en paralelo para mover los antiguos molinos. Eso, también lo puedes apreciar en un recorrido nocturno, casi fantasmagórico por las callecitas adoquinadas.
También conversamos largamente acerca de la familia Rosenberg, quienes gobernaron la región entre 1302 y 1611, razón por la cual muchos pueblos y valles adoptaron la rosa como símbolo; de hecho los cinco pétalos representaban para los Rosenberg a Austria, Baviera, Moravia, Silesia y Misnia, todo bajo administración de esta familia que dejó su marca en la región y en la historia. Por supuesto no dejamos de hablar de los Schwarzenberg, una familia aristocrática checa ( bohemia ) y alemana ( franconia ), que fue una de esas familias nobles europeas más prominentes. Los Schwarzenberg son miembros de la nobleza checa y de la nobleza alemana y alcanzaron el rango de Príncipes del Sacro Imperio Romano. Ellos salieron en el medievo a conquistar poder desde un castillo en la Franconia bávara y estuvieron en todas las cortes europeas. La familia es muy querida y respetada hasta el día de hoy. Yo diría incluso añorada por los checos de la Bohemia del sur.
Pero cundo hablamos de las tierras y Castillo de Cesky Rudolec, que perteneciera al abuelo de Christi, Wanda casi “rayó la papa”, porque esa región aquí cerca y el castillo, si bien comparativamente pequeño y bastante abandonado, le encanta. Pero de eso hablaremos más adelante cuando lo visitemos.
Para el día siguiente, sábado, quedamos de reunirnos temprano con Wanda, quien es guía top oficial en la región y posee acceso a llaves del Castillo de Cesky Krumlov, también para entrar por 3 a 4 horas donde otros sólo entran selectivamente, ya les contaré…
DigresiónLa leyenda dice que la princesa vampiro Eleonore Amalie zu Schwarzenberg siempre realizaba sus excesos en la ciudad. No sé si fue pariente de mi queridísimo amigo “Willi” Schwarzenberg, quien primero fue penquista, después santiaguino, luego carioca y desde hace mucho de corazón coyhaiquino. ¿Estos Schwarzenberg son parte de sus antepasados? ¡Capaz!
Esto va dedicado a tí, recordado amigo:
Ya había concluido nuestro tour guiado. A medida que profundizaba la noche sobre Cesky Krumlov, crecientemente se convirtió en un cuarto oscuro. Una brisa suave corría por las calles, ya tarde se apagaban las luces de muchas casas del estilo gótico tardío, sobre todo aquellas, donde viven las personas mayores que no están para fiestas, sino para conectarse con espíritus. Ventanas ciegas hacían su aparición. Sólo en el castillo de Eleonore, encaramado sobre la ciudad como un general sobre su campo de batalla, brilla una luz que resalta sobre todas las demás, que no son muchas. Es nuestra primera noche en la ciudad, justo antes de la medianoche. Estamos junto a la orilla del río Moldava, que serpentea como una horca por la ciudad. Pronto los muertos vivientes saldrán de sus tumbas, los demonios se enfurecerán, y Eleonore Amalie, la princesa vampiro, lanzará su manada de lobos hacia nosotros y agarrará nuestra arteria carótida.
¡Vaya imaginación que me provoca en este ambiente tu apellido y la historia mítica de de tu ultratátara tía abuela, Willy!
Luego las campanas de la Iglesia más cercana tocan la medianoche, y busco a tientas el bulbo de ajo en el bolsillo de mi chaqueta negra Jack Wolfskin. Hubiera sido una tontería llegar desarmado, también tengo un crucifijo, que más lo traigo por Christi que es católica, pero desgraciadamente no conseguí una espada, bueno, en realidad lo resolví trayendo mi tijera para cortar las uñas. De repente un ruido: miramos hacia la oscuridad, pero sólo hay un anciano en una bicicleta destartalada. Se ve bastante vivo. Le pregunto en alemán, probándolo…: “¿eres un Schwarzenberg?”. El anciano me mira fija y profundamente a los ojos y me responde en un clarísimo castellano: “¡Venías por Eleonore Amalie y te encontraste con algo mejor, es decir yo, ya que mi antepasado es el húngaro, luego radicado en Rumania, Vlad Draculea, de quien casi nadie sabe que finalmente terminó acá en Cesky Krumlov y fue el gran amante de Eleonore Amalie. Como casi todos, Bram Stoker (autor de “Drácula”) incluido, tampoco sabía de este hecho mitológico de que los vampiros eran de Transilvania. Pero no, fue acá, cerca, y ustedes quedarán atrapados con esta ciudad por todos los tiempos!”
Con las pulsaciones algo elevadas, volvimos al hotel sin decir una palabra, también sin poseer aún la tranquilidad de reflexionar, si de cumplirse el vaticinio del anciano, eso era bueno o malo…
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