Iniciación Africana – “Walk with the Cats”
Cuando salimos de Chile, nuestra nuera Romi nos pidió encarecidamente, que por favor – sobre todo yo – no hiciéramos locuras como ir a meternos a zonas peligrosas o demasiado aisladas. Agregaba…que quería abuelos pa’rato para sus hijos. Bueno, hasta aquí misión cumplida. Hasta aquí.
Ambos firmamos los papeles correspondientes, de que asumíamos un riesgo de vida al ingresar a ese predio de recuperación de leones huérfanos, en donde el co-financiamiento del centro se realiza con lo que personas como nosotros pagan para realizar un así llamado “Walk with the Cats”.
La caminata firmemente custodiada por cuatro flacuchentos armados con palos, más el guía como quinto mosquetero, mostraba un cuadro de seguridad alta… (…?.!).
Como decía, tras poner las firmas y nombre a quien contactar en caso dado…, vino una amena pero clara charla de seguridad acerca de los riesgos, nuestro comportamiento durante la caminata, así como buscarme una chaqueta unicolor, para tapar los estampados gigantes de lobos que tenía mi polera, ya que podía ser provocativa. Yo ….el muy gil, me la había puesto a propósito por “choreza”. También tuvimos que dejar bolsos y bananos en las oficinas.
La caminata duró unos 45 minutos, incluida una perfecta explicación acerca de los leones, que complementó el conocimiento que en estos años habíamos adquirido en NatGeo Wild y Discovery Channel acerca de estos felinos.
Nosotros también íbamos provistos de palos, porsiaca. ¿Porsiaca? Nada más inútil y molesto a la hora de sacar fotos… Pero, se supone que es una señal para los leones de mantenerse lejos y además, supongo, para la tranquilidad mental del visitante. En verdad, yo iba muy tranquilo con tamaña comitiva de seguridad. Christi también, pero detrás mío…😉 Durante toda la caminata por una parte del predio, sólo alternando con esta pareja que se llaman Lyla y Mufasa y que tienen unos 6 años de edad, realizaron tres paradas bien concretas. En cada una de ellas, la distribución de los guardaespaldas y dónde debíamos ponernos nosotros (incluidos los tipos de movimiento y actitud que debíamos poseer de acuerdo a instrucciones originales de seguridad), estaban fríamente calculados.
Una primera parada, fotitos a los gatitos echados, pero también compartiendo románticamente (es un decir…).
La segunda, impactante, uno de los guardias saca un pedazo de carne con su vara y la coloca en la rama de un árbol. Lyla da un salto gigante y se suba al árbol como si nada, engulle la carne y a mi me queda claro, que la próxima vez no me arranco de una leona a un árbol… Del macho si, es muy pesado…
La tercera parada es la más tranquilo-nerviosa, ya que partes solo a un lugar que te indican, detrás de los leones, obvio, para la foto. Muy importante, no olvidar llevar el palo. Pues bien, primero fui yo, luego Christi y finalmente ambos. Debo confesar, que siempre me sentí seguro, pero a la vez alerta, ya que como buen Quijote estaba preparado para defender a mi Dulcinea…
Verán algunas fotos que les parecerán repetidas…, es la emoción… Pero no se vayan, aún queda relato por casi 5 días que nos quedan por estos lares…
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