Patagonia 2016 – Campos de Hielo Sur (1ª parte)
“Tras el zarpe y relato de algunas emociones”. Viernes, 5 de febrero 2016.
Esta visita a Campos de Hielo Sur es por medio de la navegación a través de canales increíbles: Ruta Kaweskar con Skorpios.
Lo que mis palabras y fotos de celular puedan expresar, una vez que haya escrito las seguramente tres partes en que dividiré este relato, es microscópico respecto de lo vivido, tanto en lo humano como en la maravilla que nos presentó la naturaleza. Eso lo digo ahora, ya que lo escrito respecto de los días 5 y 6, lo escribí ya finalizadas las actividades de ambos jornadas.
Una vez que nos acomodamos en una amplia cabina (menos mal…), sacamos las fotos de rigor en cubierta después de zarpar, navegando entretanto por los canales Moira Vicuña, Unión, Collingwood y Sarmiento con un sol esplendoroso.
Finalmente, tipo 20:30 hrs terminamos en el comedor para la cena, charla de seguridad e informativa previa, así como conocer a nuestros seis compañeros de mesa, que nos acompañarían todo el viaje durante las comidas. “Plop”, cara conocida en nuestra misma mesa. Sabía que ese señor, hoy de 67 años, había sido uno de los estrechos colaboradores de confianza de mi viejo por más de 20 años en la Química Hoechst de antaño. Intuía, pero no recordaba claramente su nombre y le pregunté, care’palo no más: ¡¡si poh…, es Miguel Prades!! Ha sido muy entretenido y reconfortante escuchar historias, anécdotas, impresiones y opiniones acerca de mi viejo, de alguien que trabajó tan cerca de él y durante 25 años, escuchas otra versión, por suerte algo mejorada, acerca de tu papá. ¡Hace bien pal’alma!
Durante la cena, todos teníamos que presentarnos en público, brevemente. Lo de brevemente me resultó difícil, pero además estaba inusualmente lúcido y me salió hasta divertida. Éramos personas de seis países distintos. Terminada la cena y camino a cubierta para observar la puesta de sol, un encuentro visual con “Mimí”, ella sentada junto a su hijo, capitán del barco, por supuesto que en la mesa del capi y sus invitados. Sabíamos, ambos, que debíamos conversar y no de hola y chao. Ella, viuda del fallecido Capitán Constantino Kochifas, a quien llamaba dulcemente “Catino”, de una edad similar a mi mamá. Mientras yo saludaba a la para mí después sorprendente y admirable mujer chilota, originaria de Chauqui, su hijo me decía: “No quiere escribir sus memorias y tiene tanto que contar, tras vivir 55 años junto a mi padre y navegar junto a él por 40 años. Mi padre falleció en su cabina, en este mismo barco”. Luego agregó algo así como…¿por qué no trata de convencerla, aunque sea que alguien que le escriba sus memorias?
Ya conversando solos los dos, Mimí y yo, se le llenaban los ojos de lágrimas al hablar de su “Catino”. Obviamente la salida a cubierta se fue a las pailas, menos mal, tras dos horas y tanto de intensa conversación, nos fuimos a dormir a la una de la madrugada (solamente porque había que madrugar al día siguiente…). Se habían sumado desde casi un principio, Christi y posteriormente también, Miguel Prades y su hija. Por si Mimí llega a escribir su libro finalmente, no les puedo confidenciar entretelones sabrosos de su relato, que fue siempre matizado con nuestras preguntas y comentarios. Me atrevería a decir, que ayer escuchamos el prólogo y unos dos capítulos del potencial libro (no les diré cuántos capítulos, porque no lo sé…y quizás nunca lo sepa). Si bien existió una energía afectuosa instantánea, su apertura a contar parte de su historia espontánea, también tuvo su toque alemanizado, ya que ella, fue criada por una hija soltera del en Puerto Montt entonces en los años 20′ y 30′ muy conocido médico alemán Dr. Martin. Su nombre es Ana Martin y la llamaba y aún llama “Tante”. Ana hacía clases particulares de canto y piano. Ya falleció hace tiempo y la adoptó a los 9 años de edad, para criarla “bajo régimen educacional alemán”, pero por lo que deduzco, también con mucho cariño y dulzura. Eso lo hizo Ana, de común acuerdo con los padres de la niña. La pequeña Mimí, también fue la única de nueve hermanos, que voluntariamente quiso irse con la Tante desde Chauqui a Puerto Montt. Cada cierto tiempo iba a visitar a su familia en Chiloé, pero no más de 15 días cada vez. Su afecto por la Tante fue tanto, que incluso un barco carguero de la flota Skorpios lleva su nombre. Mimí aún habla bastante bien el alemán, el cual según cuenta lo dominaba. A pesar de no practicarlo por unos 50 años, no tiene acento, lo pronuncia como si fuese nativo. Ana Martin incluso hizo de celestina para que Mimí cayera en las redes amorosas de Catino. Él fue un hijo de inmigrante griego, pero originalmente pescador y no empresario turístico. Eso vino mucho después. Pues bien, conocimos en profundidad esa historia, acerca de sus penurias iniciales como emprendedores, de sus seis hijos, de su iniciativa educacional sorprendente, entre varias historias más, que serían muy extensas de resumir. Así terminó ese día, cargado de emociones.
En la foto que aparezco junto a Mimí, tenemos retratos en nuestras manos, que ella siempre lleva consigo cuando viaja: son de su amado Catino, así como de Ana Martin.
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