Esta nota constituye una hipótesis, una creación del autor y no necesariamente hechos todos reales, que sin embargo se basa en varios supuestos, que podrían vincularse a reflexiones reales de un deportista en particular, pero también extrapolarse en diversas facetas a tantos otros deportistas que deben remar contra un medio, donde en el volumen de exposición pública se privilegia, por razones que no viene al caso analizar aquí, al fútbol.
Siempre lo supe, desde mi época del colegio: quería ser jugador de voleibol profesional. Siempre reflexioné, que llegan a la elite aquellos que lograron integrar su propia personalidad, su talento, esfuerzo, dedicación y perseverancia, a las exigencias del medio. Pero también aquellos que han sido ayudados por el entorno positivo y motivador y se sienten estimulados de modo proactivo a las exigencias de la competencia.
Aún no pertenezco a esa elite a la que pretendo llegar, pero el entorno antes mencionado me ha contribuido con sólidas bases: una familia de deportistas por tradición, no recreativos, sino competitivos, donde mis referentes fueron mi abuelo, hace poco fallecido, mi papá (y el silencioso, cariñoso pero a la vez estricto apoyo y dedicación tras bambalinas de mi mamá), de mis dos hermanos mayores que siempre me pusieron una vara muy alta y cada uno a su manera, me impulsaron y de alguna manera presionaron para mejorar.
A ese entorno también pertenecen otros integrantes de mi familia sanguínea o política, no todos por supuesto, quienes en forma directa o indirecta influyeron positivamente en mi evolución. A ese círculo se suman mis mejores amigos, tanto del voleibol como aquellos que poco saben o vibran con este deporte, pero en las buenas y las malas estuvieron presentes.
En el entorno más amplio, por supuesto al Club en el que me formé y ha sido el único que he representado y representaré a nivel amateur. La Rama de Voleibol de ese Club me dio mucho más de lo que en esos momentos percibía, pero hoy, retrospectivamente, lo valoro en su inmensidad. En ese contexto, por supuesto hubo entrenadores que me influenciaron, primero en la escuela de volei del club y después, un entrenador argentino que siempre me inspiró una mezcla de motivación, confianza y exigencia. Curiosamente, a nivel de Selección Nacional, nuevamente fue un argentino quien también, hasta hoy, me da toda su confianza. Mientras ya a nivel profesional he representado a dos Clubes, uno en España y otro en Portugal, en donde he aprendido la rigurosidad del profesionalismo, pero a la vez he recibido una tremenda acogida, respeto y sin duda, a través de estas experiencias he hecho nuevos y grandes amigos.
Podría proseguir con unos cuantos más, pero en esencia ese es el entorno al que me refería en el primer párrafo de estas reflexiones.
Sin embargo y a la distancia, pocos perciben en su real dimensión lo que esto significa. Cuando me fui a jugar a España en mi primer año como profesional, hasta hoy recuerdo las palabras de mi papá en el marco de mi emoción y ansiedad frente a lo que se venía: “El éxito es la paz mental, es la autosatisfacción de saber que pondrás en juego todas sus fortalezas, virtudes, habilidades, destrezas y características singulares, intentando llegar a ser lo mejor que seas capaz de ser y dentro de eso, ser feliz”. Pero agregó: “Tendrá su arista negativa, hoy quizás no las veas tan nítidamente, pero hasta lo más espectacular que te pueda suceder en lo personal y profesional tendrá un costo, el que desde ya debes saber que tendrás que pagar”.
¡Tuvo razón! Entre varios acontecimientos emocionalmente fuertes, no pude estar para el nacimiento de mi sobrina y lo más seguro, tampoco estaré cuando nazca este año mi sobrino, así como otros sobrinos que seguramente vendrán. No pude estar presente en el matrimonio de uno de mis hermanos. Tampoco pude estar presente en los funerales de mi querido abuelo, Opa, como lo llamábamos. Esos precisos días estaba jugando por mis equipos, como profesional y ya me quedó claro, que efectivamente el cumplimiento exitoso de sueños, tiene sus costos. Tampoco es fácil estar lejos para momentos tradicionales de reunión con familia y amigos, como es Navidad, Año Nuevo y cumpleaños. ¡De verdad echas de menos!
A ello se suman otros costos más permanentes y no hablo de que los entrenamientos sean mucho más prolongados y duros, dos veces por día, así como por razones obvias los partidos se juegan los fines de semana. Por disciplina, también es necesario cuidar el sueño y la alimentación. Todo ello es parte del camino a un mayor éxito y realización profesional, en donde como pocos lo logran, mi hobby es mi profesión. Sin embargo, por este régimen la vida social se reciente y no es factible realizar una vida de juventud normal, incluyendo el no poder tener una polola estable (novia o pareja para los no chilenos…), la cual tendría que poseer una inmensa cuota de amor y sacrificio personal para adaptarse a esta forma de vida mucho más restrictiva en cuanto a la vida social. Es otro costo que se debe pagar.
Pero si te va bien en este hobby-profesión, te transformas en un verdadero aporte para tu equipo, también evolucionas notoriamente como deportista y persona, logras éxitos colectivos y personales como los estoy logrando, muchos de esos costos son más llevaderos. No significa que te pongas más duro, por el contrario, la sensibilidad aumenta pero a la vez, la capacidad de sobreponerse te hace madurar y mejorar.
Sin embargo no todo es tan grave, si tienes dos meses o un poco más por año, en donde regresas a tus raíces y disfrutas con alta intensidad con y de ese entorno, recuperando en parte, como inversión emocional, esos costos que tuviste que pagar. Si a ello se suma una nueva emoción, en donde ya sabes antes de regresar a esta cargada de baterías en tu país, que ya posees de manera segura una nueva y motivante perspectiva como voleibolista profesional en Europa. Ello no solo te hace feliz, sino te llena de sano orgullo de ir logrando quemar etapas en el camino a la meta, de intentar llegar a la verdadera elite de los jugadores de voleibol.
Por último cito a uno de los más grandes deportistas de todos los tiempos, Michael Jordan: “He fallado una y otra vez en mi vida, por eso he conseguido el éxito”.
Aún tengo un camino por delante, sobreponiéndome a los costos y a las veces que falle…