Soy de la opinión de que las etnias que realmente quieren vivir su cultura, es necesario apoyarlas con decisión asertiva, no siempre con más medios y de “chincol a jote”, sino con estrategias y políticas más eficaces, diferenciadas por supuesto. Pero también es más que prudente desarrollar esos incentivos con reglas claras, ya que en muchos casos – como ha mostrado la historia – tienden al fomento de la comodidad y aprovechamiento de “mamá y papá estado”, que al final somos todos nosotros. Como en otros países exitosos en el tema integración y no división de las etnias del resto de la población mayoritaria, como lo han logrado Singapur, Nueva Zelanda, Australia, entre otros, una buena estrategia pasa por una integración mixta. Simplificando y resumiendo, ello significa espacios exclusivos para vivir su cultura y su cosmovisión con dignidad, e integración total sin discriminación arbitraria racial en espacios comunes, los que generalmente son las ciudades. Antes de proseguir, quiero señalar que este no es un artículo político y tampoco pretende tratar el tema indígena de Chile. Este primer párrafo era necesario para contextualizar algunos temas que trataré a continuación.

También sostengo, de que no se debe caer en la hoy tan frecuente idealización de la visión de algunas culturas y civilizaciones indígenas, sobrevalorando ciertas características visionarias, sociales, culturales, económicas y políticas. Cada cultura tiene o tuvo sus fortalezas y visiones, unas más y otras menos. Aquellas que han sabido seguir viviéndolas han permanecido, otras no lo hicieron y desaparecieron, o se mimetizaron. Todos sabemos cuales han sido las grandes culturas precolombinas en Mesoamérica y Sudamérica: Mexicas, Mixtecas, Toltecas, Mayas, Chibchas e Incas. Y lo más cercano a los Incas fueron los Aymaras, quienes si bien se hallaban heridos de muerte ante la expansión Quechua en el siglo XV, es indudable que el poderío Aymara estaba intacto en su compleja expresión religiosa y cultural. Esto dio lugar a un “matrimonio de facto” entre las principales deidades Aymaras, representadas por la Pachamama, y el Inti o dios Sol Quechua de los Incas.
Esa historia y cosmovisión asociada, entre otros factores, los hace ser muy distintos a p.ej. atacameños, diaguitas, mapuches, changos, kawashkar o yaganes, probablemente más evolucionados en su mirada del universo y la creación, plasmada en su práctica ecológica que viene desde antes que siquiera se utilizara esa terminología. Y se nota cuando los visitas en lugares recónditos, y también cuando convives con ellos unos días en “total inmersión”. Su historia de buenos acuerdos con los Incas, también los caracteriza como no-bélicos. Por otra parte, es indesmentible que hay feroces marcas que quedaron desde la conquista española, pero como señalaré más adelante, su esencia aparece en todo su esplendor una vez que se sienten en confianza.
Recientemente estuve recorriendo nuevamente el Altiplano chileno y como parte de ese viaje – como ya di a entender – también estuve compartiendo varios días con una familia Aymara con “campamento base” en el poblado de Nama, una de once localidades de la bellísima quebrada principal de Tana, o también conocida como Camiña. Esta increíble quebrada que tiene una longitud de 140 kilómetros apróximadamente, la cual desde su inicio – en los alrededores del cerro Pumire, ubicado a una altura de casi 5.500 m.s.n.m. – hasta la confluencia con la quebrada de Tiliviche, regala un entorno y rutas a ratos impactantes. En la comuna de Camiña tres cuartas partes de la población es Aymara o estrechamente ligada a su origen.









Desde Nama nos dirigimos a la sorprendente Laguna Roja y otros lugares fascinantes y a la vez bastante desconocidos turísticamente, como las Termas de Berenguela. Las lagunas, incluida la roja (a las tres también se le conoce como Lagunas Paricota), se encuentran en los terrenos de la familia apellidada Carlos, que también opera Paricota Tours quienes poseen el acceso liberado y los vehículos apropiados por la complejidad de la parte más difícil y obstaculizada de la ruta. Esto es en la provincia de Tarapacá, a 200 km de Iquique y en plena cordillera, a 3.700 m.s.n.m. Para algunos sonará fantasioso o incluso esotérico: el vivir tan intensamente la naturaleza, pero a la vez la simple y a la vez compleja cosmovisión Aymara, esa que a ratos aparece en toda su dimensión, menos cautelosa y liberada de la simbología de cielo e infierno, incluso del diablo, que actúa como censura moral histórica impuesta en particular por la iglesia católica, si te dejas ir te inducen a un estado de “flow”. Cuando hablo de ese estado, me refiero a la experiencia óptima, en el que te encuentras completamente absorto en actividades para tu propio placer y disfrute pero compartiendo a la vez con y para los demás, en paz y libertad, durante el cual el tiempo vuela y las acciones, pensamientos, acciones y movimientos se suceden unas a otras sin pausa.











Esos días, así como en otros lugares que visité durante casi un mes en el Altiplano durante este último viaje, así como otro de similar extensión que realicé un año antes junto a mi gran amigo desde la juventud, Willy, me motivó a entender mejor la cosmovisión Aymara. Sin duda la vi ratificada en mi convivencia con su forma de vida y conversaciones, no sólo en Nama sino en tantas localidades que visité -a ratos con 4×4 – en esas amplias regiones altiplánicas.
Es importante señalar, que el pueblo Aymara se compone de diferentes etnias, distinguibles lingüística y socialmente, lo cual leí, ya que en realidad no hablo ninguna de ellas. Lo que sí aprendí de esas conversaciones y vivencias, que no sólo son buenos productores, también son comerciantes y muchas veces recorren largas distancias para realizarlo. Se podría decir que son “movedizos” e inquietos, incluso unos viajeros marcados por las estaciones del año, e interactúan con etnias distintas como los quechuas. De hecho, ahí en las alturas cordilleranas, la población Aymara que reside en Chile se encuentra principalmente en la Región de Arica y Parinacota y en la Región de Tarapacá. La mayoría vive en zonas urbanas, aunque un quinto de la población aún habita en los valles y tierras altas de la cordillera. Ojalá eso se revirtiera en el tiempo, bajo otras condiciones y estrategia. A diferencia de los Aymaras, la cultura Quechua se localiza principalmente en Ollagüe y en el río San Pedro, afluente del río Loa, de la Región de Antofagasta, a unos 3.660 metros sobre el nivel del mar. Estos últimos se definen como pueblo a partir de su lengua, la quechua, que en definitiva fue la lengua del Imperio Inca.
En la práctica también vi confirmado algo que leí en varios artículos acerca de los Aymaras, los que sostenían que la construcción simbólica del género no se estructura en torno a un sistema de pensamiento jerárquico masculino, tácito o explícito. Pude observar y aprender, que en las relaciones sociales es la diferenciación del estatus y antigüedad, así como el prestigio y capacidad de liderazgo, lo que define la posición de las personas. Esa se puede basar en el género, pero también en la edad y los roles. Pero claro está, también influyen las trayectorias personales, la capacidad emprendedora y la iniciativa individual. Esta diferenciación es bastante notoria, distinta a la que conocemos en la generalidad machista de los “latinos”, pero que en Chile en particular, está más marcada por la española y la mapuche.
La cosmovisión Aymara
La cosmovisión Aymara, pero andina en general, es definida como holística, cíclica, relacional y profundamente biológica. En otras palabras, el modo de comprender el universo para los Aymara es siempre circular, en torno a procesos cíclicos: considera que todo nace y muere; todo proceso se inicia y se termina con los cambios. En la pacha todo está relacionado, somos una parte de la red de la vida, por eso todo lo existente gira en torno a las leyes de la naturaleza, las que orientan la conducta humana. Los Aymaras perciben siempre que todo lo que le rodea tiene vida y es por ello que los seres sagrados están simbolizados en los cerros, ríos, vertientes, sol, tierra, etc. En la concepción filosófica, el desarrollo está basado estrictamente en la ley de la reciprocidad entre el Hombre y la tierra, los animales, los árboles, los cerros, el sol, la luna y las estrellas que orientan el ciclo agrícola; en otras palabras, las relaciones no se dan solo entre personas, sino fundamentalmente con la naturaleza, porque se trata de seres vivos que necesitan calor, sombra, alimentación y protección. Son claramente no-bélicos.
Fui solicitado a compartirles mis conocimientos en estrategia, gestión y etc. etc. etc., lo clásico mío, lo cual también hice y sigo realizando, pero terminé descubriendo que a pesar de que somos de orígenes, cultura y tipo de educación muy distintos, los conocimientos de los Aymaras que no son puramente retóricos, pueden ser complementarios y para los “de la ciudad” como yo, también de aprendizaje. Se confirma una vez más, que hay que salir del cajón, del propio metro cuadrado y abrirse a otras visiones que te hagan sentido, porque al igual que la estrategia que profeso, la visión Aymara también es sistémica, cibernética, más bien intuitiva y costumbrista, pero ausente de metodologías estratégicas eficaces para su mejor y mayor desarrollo en un mundo distinto, ojalá resguardando su cultura y cosmovisión.
¿Estrategia?
Por supuesto, en este artículo, que de por sí ya es extenso, no puedo entrar en demasiadas profundidades en cuanto a las nuevas estrategias que podrían utilizar las comunidades Aymaras en Chile. Pero a primera vista y sin desnaturalizar su esencia cultural y tradiciones, los focos de mejor y mayor desarrollo están en apoyarlos en todo lo relacionado con potenciar esa cosmovisión, facilitar y fomentar que la vivan y en lugar de tener que migrar a las ciudades, reducir ese impacto logrando que en sus poblados, en su entorno, puedan mejorar su calidad de vida gracias a un turismo focalizado, y debo recalcar además el excursionismo, ambos muy de nichos, más selectivos en cuanto a grupos objetivo nacionales y extranjeros.
En términos de oportunidades para los Aymaras en territorio chileno, es importante que estas distinciones de grupos objetivo se entiendan claramente, ya que es casi seguro que las características y requisitos de cada grupo sean diferentes. Es probable que la región de Arica y Parinacota, así como de Tarapacá, en su conjunto experimenten una mezcla de los cuatro tipos de visitantes (turistas nacionales, turistas extranjeros, excursionistas nacionales y excursionistas extranjeros), y las empresas turísticas particulares operadas por Aymaras pueden optar por apuntar a cualquiera de estos, o una combinación de ellos, pero sin dispersarse demasiado. No me detendré acá en todo lo que implica la experiencia turística o de excursionismo, sería muy largo…
Más allá de mejorar cierta infraestructura y sin caer en el exceso de costos y lujos como se puede apreciar parcialmente en San Pedro de Atacama, es evidente la necesidad de invertir por parte del estado o con “socios de cooperación” en los niveles consistentes de servicio y altos estándares de gestión turística, adopción de una cultura de servicio y compromiso con los más altos estándares de servicio posibles; mayor sensibilidad cultural por parte de las entidades de fomento, más allá de la Conadi; desarrollo de la trayectoria profesional orientado al turismo y excursionismo, así como préstamos blandos a largo plazo para mejorar la infraestructura hotelera y culinaria. Pero también debiera realizarse un plan estratégico de todas las comunidades, acordando ciertos estándares, trabajados en talleres étnicos-territoriales. Es de gran relevancia, que esos planes se elaboren “con ellos” y no “para ellos”.
Un modelo de planificación territorial con el que trabajé con éxito en el pasado con algunos municipios, podría adaptarse para avanzar en este sentido:
En el contexto del turismo Aymara sostenible, la sensibilidad cultural puede interpretarse de dos maneras. En primer lugar, sugiere que los proveedores de productos turísticos Aymaras deben ser conscientes de la vulnerabilidad de su cultura a la explotación o tergiversación si se comercializa. Por ello, es preferible orientarse a nichos y no a lo masivo. En segundo lugar, los proveedores de productos turísticos Aymaras deben ser sensibles a las culturas y requisitos culturales de sus visitantes, p.ej. el idioma, idiosincrasia.
Siempre diferenciando entre grupos objetivo nacionales y extranjeros, puedo visualizar los siguientes grandes grupos objetivo, los cuales claramente se pueden volver a subdividir en nichos:
Ecoturismo: atracciones y actividades relacionadas con la fauna y la vida animal/aves en bofedales y montañas, ecología de cactáceas y plantas, agricultura orgánica con técnicas propias de su cultura, geología, paleontología, montañas, cuevas y otros accidentes geográficos; entre otros.
Turismo de aventura: excursiones de senderismo y alpinismo guiadas, cabalgatas, parapente, rutas 4×4 a salares y otras rutas interpoblados por el Altiplano.
Rutas y senderos patrimoniales y ancestrales: ello requiere otra especialización y organización que en el ecoturismo y la aventura. Amerita entrar más en las profundidades históricas, culturales, etc. en cada escala, sea en vehículo o en senderismo con alojamientos si se trata de más de un día.
Entiéndase lo antes expuesto sólo una idea muy en bruto, nacida a partir de los dos viajes ya señalados, así como algo de lectura e inquietud investigativa.
Acerca del pueblo de Nama, realizado por Iquique TV en el año 2016, que también incluye vistas y comentarios a la ya mencionada Laguna Roja y sus otras dos lagunas adyacentes, la Verde y la Amarilla.
Para terminar, sólo quiero dejar esquematizada su cosmovisión:
Se basa en un profundo respeto por el medio ambiente, el sostenedor de sus principales actividades: la agricultura (producción de alfalfa, orégano, habas, arvejas, ajo, maíz y por supuesto la quinoa) y la ganadería (llamas, alpacas, ovinos, vacunos, cabras y cerdos). Toda su vida y concepción religiosa se orienta en torno a estos procesos. Su cosmovisión se encuentra sobre la base de tres estratos o niveles organizados en una ecología vertical, intuitiva y aprendida por generaciones, la que se manifiesta tanto para expresar la situación simbólica del mundo en general, como para describir las distintas instancias de su geografía, preponderantemente marcada por las alturas y la cordillera.
La cosmovisión Aymara se articula siempre sobre tres elementos que están íntimamente relacionados con el entorno ecológico, los que corresponden a los tres sistemas biogeográficos que se encuentran en su territorio.
Respecto al mundo:
ALAJPACHA, representa lo intangible, la energía, como símbolo de ello es el Sol, del cual reconocen su generación de vida en el planeta.
AKAPACHA, es el lugar mediador, del intercambio, el medio que habitamos, la Tierra.
MANQHAPACHA, es el generador de vida, representado por las quebradas y por lo tanto del Agua.
Así mismo la AKAPAVCHA, la cual representa la tierra, que también está subdividida en tres instancias que entregan el simbolismo y valor del territorio que habitan:
El Mallku, significa cumbres y está representado en lo alto de la cordillera, es el lugar donde se rinde culto, es el protector, la sabiduría.
La Pachamama, significa madre tierra dadora de vida, la fertilidad, abundancia, además es el espacio del intercambio. En ella los Aymaras nacen, viven y mueren, hay una estrecha relación entre la naturaleza, la tierra y el ser humano.
El Amaru, la quebrada, representada por los ríos y canales, está relacionado con la distribución del agua y con la vida que se genera en la precordillera desde los 3000 metros sobre el nivel del mar.
El Origen de la Quinoa – Mito Aymara