Fue un vagabundeo mental en octubre del año pasado, el que he actualizado levemente. Está basado en un popurrí que me interpreta bien…, con la influencia de textos y frases de Goethe, Einstein, de Chardin, de Saint-Exupéry, Benedetti, Mewes e incluso Drexler, que tuve el gusto de “compaginar” y en algunos casos, modificar levemente:
Me gusta de mi mismo, cuando no sólo logro actuar, sino al mismo tiempo también pensar y sentir, pero por sobre todo cuando logro lo más difícil, que es actuar según lo pienso y siento.
Me gusta influir en mí mismo, pero también en las personas con el objetivo que podamos resolver nuestros problemas con otros modelos de pensamiento, distintos a aquellos que nos condujeron a ellos. Por ello me gustan las personas con capacidad para asumir las consecuencias de sus pensamientos y acciones, las personas que arriesgan lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño, quienes se permiten huir de los consejos sensatos, que comprenden y aceptan seguir un camino sin soluciones convencionales.
Me gustan las personas que aceptan que las revelaciones de su pasado le mostrarán la estructura de su presente y futuro. Me gustan las personas que vibran, que por sí solas o con un poco de influencia externa no requieren ser empujadas, que no hay que decirle que hagan las cosas, sino que saben lo que hay que hacer, por qué lo hacen y que en consecuencia así realmente lo hacen. Me gustan las personas que cultivan sus sueños hasta que esos sueños se apoderan de su propia realidad.
Me gustan las personas que son capaces de contener su verdadera historia en los momentos de oscuridad, que no huyen del trayecto que debe realizarse a oscuras, pero que también aceptan las pistas de luz como las de un faro, que las orientan pero no les muestran el camino a seguir. Pero también me gusta la faceta de las personas, que aceptan como maestros los momentos de oscuridad, abriéndose a ver el valor y la luz de personas que antes no podían o querían ver, hasta la llegada de un nuevo amanecer.
Me gusta intentar ver más con el corazón, ya que lo esencial es invisible a los ojos. Ello me resulta mucho más fácil con quienes tenemos necesidad el uno del otro.
Me gustan las personas que son justas con los demás y consigo mismas, la gente que agradece el nuevo día, las cosas buenas que existen en su vida, que vive cada hora con buen ánimo dando lo mejor de sí, de poder regalar sonrisas.
Me gustan las personas que se concentran en ganarse con autenticidad y humildad el amor de los demás, sin esperar que sean amados solo porque así lo dictamina una religión o la generosidad intrínseca de esas personas.
Me gustan las personas que también van a la deriva, llevando el alma en el timón. Van por la vida, sólo escuchando al corazón. Buscan un puerto, buscan un cielo abierto lejos del dolor…
Me gustan las personas capaces de criticarme constructivamente y de frente, pero sin lastimarme ni herirme. Las personas que valoran lo mío que está en ellos, así como las partes de ellos que están en mi. Las personas sinceras y francas, capaces de oponerse con tacto y argumentos razonables a las decisiones de cualquiera.
Me gustan las personas que saben la importancia de la alegría, la predican y la viven. Las personas que mediante bromas nos enseñan a concebir la vida con humor. Las personas que nunca dejan de ser aniñadas, seres espirituales con experiencia humana.
Me gustan las personas que con su energía, contagian. Personas leales y persistentes, que no desfallecen cuando de alcanzar objetivos e ideas se trata.
Me gustan las personas de criterio y humildad, la que no se avergüenzan en reconocer que se han equivocado o que no saben algo. Las personas que, al aceptar sus errores, se esfuerzan genuinamente por no volver a cometerlos. Las personas que luchan contra adversidades y que buscan soluciones.
Me gustan las personas, a las cuales les basta ver el reflejo de otros ojos en los suyos, cómo se lleva el frío, para entender que el corazón no miente y que afortunadamente les hace bien.
Me gustan las personas que piensan y meditan internamente, que también son capaces de actuar según lo que les dice el corazón y no siempre la razón.
Con personas así, me comprometo. Pero también me doy por bien retribuido, ya que son esas personas las que movilizan mi vida, aunque sean bien pocas.