Algo le había sucedido al Boeing 737/800 de Copa Airlines, por lo cual en lugar de salir a la 1:20 de la madrugada, finalmente despegamos algo antes de las 4:00 AM. Para más remate, las violentas turbulencias durante el lento ascenso, no ayudaron mucho a que «mi vecina» de asiento, es decir Christi, estuviese tranquila, subiendo y bajando la persianita esa una y otra vez, como queriendo ver y a la vez negar por lo que pasaba adentro de esa «cocktailera». En lo restante, el avión impecable, la posterior atención también. Sólo otro problema: por el atraso en la salida, era seguro que perderíamos nuestro vuelo de conexión en Panamá hacia La Habana. Grata sorpresa en Panamá, nos tenían lista una nueva conexión – eso sí, cuatro horas más tarde, pero en el salón VIP de Copa la espera se hizo más llevadera.
Finalmente y tras un buen duchazo y bastante agotados, dimos una corta vuelta y nos fuimos a cenar, esta vez italiano, ya que los restaurantes típicos cerca del hotel estaban llenos. También están todos los hoteles a tope nos comentaban, como que algo pronto se fuese a acabar…
Buen desayuno, rico, abundante. Nada que objetar, por el contrario. A las 10:00 en punto pasó por nosotros nuestra guía, la única que tendremos en todo el viaje. La idea era que el primer día nos diera una buena introducción de La Habana, la Vieja, recorrida a pie hasta la hora de almuerzo y luego en la tarde la «Moderna», en un auto gringo descapotable de los años ’50 con las respectivas paradas con explicaciones históricas ad-hoc. Mucho más allá de la Revolución, entretenida la historia y la multiculturalidad con que se desarrolló Cuba desde su tardía independencia de España. De hecho, fue el último país en América Latina, casi a fines del Siglo XIX.
Hay un dicho en Cuba que ya veremos durante el viaje si se confirma: «Mientras exista deporte y cultura, ningún negro trabajará en la agricultura». Ello al parecer tiene relación con la época post-abolición de la esclavitud, donde tuvieron que traer chinos para que hicieran el trabajo que antes hacían las personas de raza negra.
En La Habana Vieja se ve que hay bastantes edificios en restauración, incluido el «Capitolio» (suena políticamente contradictorio), al cual próximamente se trasladará el gobierno central. Sin embargo, si te sales una pura cuadra de las rutas clásicas por las cuales circulan los turistas, la gran mayoría de las construcciones y las condiciones en que viven, es bastante precario y sucio. En contrapartida, el cubano es divertido, alegre, de fácil y rápida conversación. Como paso por turista gringo, obviamente me hablan siempre en inglés para ofrecerme algo. Después de haber respondido quinientas veces «no gracias», opté por responderles que no hablaba inglés, lo que por supuesto causa gracia, sorprende, pero también facilitó una que otra conversación entretenida. Mucho más no puedo decir de La Habana Vieja, pintoresca, histórica, pero a la vez me deja con un sabor a poco. Respecto de La Habana Moderna, en parte me recordó sectores en Santiago de Chile com Quinta Normal, Ñuñoa y Providencia, pero como si estuviésemos petrificados en los años ’60 o ’70. Los parques bastante descuidados y al igual que los chilenos, son bastante buenos para botar basura donde no corresponde.