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Iniciación Africana – Cabo de la Buena Esperanza y otros…

Temprano partimos a recoger el auto que nos acompañará hasta el final del viaje, un Ford Kuga. La novedad: debo manejar con el volante a la derecha y «tome su izquierda». Me adelanto: sufrí las primeras horas, pero después le vas tomando la mano y la ilógica, aunque permanece esa sensación extraña y manejas más concentrado. Incluso para la copiloto resulta ajeno y de cálculo distorsionado, ya que no paró de decirme que me saldría de la berma o pasaría a llevar a un peatón o auto estacionado, lo que menos mal no hice… Lo que si es caótico…, siendo que me considero un buen «estacionador», es decir de esos «a la primera», aquí caí a la categoría de principiante… Ufff, lejos lo más «peludo», estacionar con volante y espejos invertidos…, además de sentir vergüenza por algo que en realidad debiera importarme un carajo…

Nuestro destino principal del día: Cabo de la Buena Esperanza. Obviamente nos perdimos a la salida de Ciudad del Cabo, pero nada grave, pronto encontramos la autopista correcta. En el camino a la Reserva de Cape Point, nos sugirieron pasar por Muinzenberg, un balneario conocido por ser atractivo para muchos surfistas. Es una playa muy plana, amplia y dicen las aguas generalmente son muy calmadas, por lo que es seguro para gente, salvo cuando aparecen los tiburones. Es un sitio muy popular para hacer surf, aunque no hay olas grandes por lo general. Por ello, la mayoría de los que vienen lo hacen para aprender y dar sus primeros pasos en este deporte. En la parte principal de la playa, hay un gran número de restaurantes, cafeterías, tiendas y apartamentos. En la playa llaman la atención las multicolores casetas-vestidores. También existe una oficina de monitoreo y de alerta por tiburones. Para quienes conocemos Pichilemu y otras playas del Pacífico, no me llamó mucho la atención y creo, que a nuestros surfistas tampoco lo haría.

Poco más allá, pasamos por la playa de Boulders Beach, en la costa de la pintoresca localidad de Simon´s Town, arenas blancas como en el Caribe y la novedad, pingüinos africanos. Sí, efectivamente existen y están en riesgo de extinción. Aquí pudimos visitar un muy pequeño pero bien cuidado sector de reserva para este pingüino, que posee cierta familiaridad con el que habita las costas chilenas.

Finalmente llegamos a la Península del Cabo y nos adentramos raudamente en la Reserva Natural. Tras estacionar y haber recibido antes todo tipo de recomendaciones para cuidarnos de los «asaltos» a los autos por parte de babuinos o «baboons», comenzaría un largo pero fascinante trekking.

Pero antes…: los interesados en el tema «ataques» de babuinos, vean este vídeo de 11:30 minutos,  para hacerse una idea que bien salimos parados de nuestros encuentros. Muy interesante reportaje. 

La Península no siempre estuvo anexada al resto del continente. El lugar que comenzamos a recorrer fue una isla de forma intermitente durante 5 millones de años, pero desde hace uno 6000 permanece unida al resto del territorio.

Es imposible visitar la totalidad de la Reserva de Cape Point en un solo día, pero decidimos recorrer el sendero que lleva al Cabo de Buena Esperanza , donde visualizamos playas, acantilados y bahías, con espectaculares vistas al océano entre fynbos y otras plantas del reino floral del Cabo. Aunque en esta Reserva no habitan los animales que encontraríamos en una zona de safari debido a la vegetación, sí es muy habitual encontrar durante el recorrido otras especies como avestruces, algunos antílopes, una gran variedad de aves y lagartijas negras… También nos encontramos con babuinos en el camino, pero si no los provocas en realidad son muy tranquilos.

Después de una caminata de unos 15 km llegamos al Cabo de Buena Esperanza, del que se piensa equivocadamente que es el punto de encuentro entre el Atlántico y el Índico. Sin embargo, el punto en el que realmente se mezclan las aguas de los dos océanos se encuentra al sureste de este lugar, a lo largo de la Ruta Jardín, en un enclave llamado Cabo de las Agujas, que  es también el extremo más meridional del continente. La mítica historia del Cabo de la Buena Esperanza comienza en 1488, cuando el navegante portugués Bartolomeu Dias desembarca por primera vez desde Europa en las tierras de lo que hoy es Sudáfrica. Por entonces denomina el lugar como “Cabo de las Tormentas” debido a la dificultad que suponía para los marineros realizar las maniobras con el impredecible viento del Cabo, las cambiantes condiciones meteorológicas de la zona y la caprichosa geografía de False Bay (motivo de más de un naufragio). ¿Y por qué le cambiaron el nombre? Años más tarde, el rey de Portugal Juan II le cambió el nombre por Cabo de Buena Esperanza, dice la historia, para dar ánimos a los marineros portugueses que debían navegar entre Portugal y la India.

Cerca de el letrero del Cabo se encuentra la playa de Dias Beach, a la que puede accederse a pie, entre otros muchos caminos que explorar realizando agradables excursiones de trekking, pero com verán en la foto, el estado físico no nos animó para bajar y sobre todo subir los más de mil peldaños…

Cuando ya regresábamos, pudimos ver de bastante cerca un enorme antílope el cual observamos por bastante rato y por supuesto fotografiamos.

También subimos al faro en funicular… Este primer faro del Cabo de la Buena Esperanza, estuvo en funcionamiento entre 1860 y 1919, y se encuentra a 249 metros de altura, pero fue acompañado por un segundo a un nivel más bajo ya que era frecuente permaneciera oculto entre las brumas y las nubes bajas de la Península. Las vistas desde sus miradores es sublime.

Concluida nuestra visita en la Reserva, volvimos hacia Ciudad del Cabo por otro camino, visitando pequeñas bahías y playas, así como disfrutar de las vistas de la famosa carretera de Chapman´s Peak (ver este elocuente video ¿qué me dicen de la sensación de manejo por la izquierda?), conocida por ser el lugar que han utilizado numerosas marcas de autos para filmar sus avisos publicitarios (se dice que es uno de los trayectos en auto más bellos del mundo, y con razón). Chapman´s Peak Drive es un tramo de tan solo 9 kilómetros de longitud que condensa nada menos que 114 curvas, serperteando entre pronunciados acantilados y montañas ofreciendo impresionantes vistas de la bahía.

Después de casi doce horas de recorrido, dominando el corcel de Ford…, cansados pero contentos regresamos a darnos una buena ducha y salir a cenar simplemente pizza, aquí a la vuelta de la esquina de nuestra pensión boutique.

 

 

 

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