Hola viejo querido, hoy se cumplen cuatro años desde que partiste. Capaz que allá te hayas podido reunir con tu amor platónico, Edith Piaf, quien era de las pocas personas que en público era capaz de sacarte lágrimas y hacerte llorar como cabro chico. Bueno…, por otros motivos tu nuera Christi también lograba emocionarte. Sí, efectivamente la Piaf lograba hacer brotar en ti las emociones más fuertes y profundas, representaba ese desenfreno, la decisión de levantarse y acostarse a cualquier hora, de emborracharse porque si y porque no, de soñar, de esperar…, a fin de cuentas, de lo cotidiano que jugaba a ser la libertad. Mientras tanto Ilse, tu mujer y esposa, te daba el afecto, el orden, el compromiso y la pasión amorosa del día a día por 58 años, hasta que te fuiste. Ella sigue aquí, como siempre una mujer justa, recta y con los años cada vez más cariñosa. Sigue viajando como nunca antes lo hizo, al Caribe, al sur y norte de Chile, a Europa. Disfrutando los viajes, al límite. Quédate tranquilo, a pesar de algunos achaques inevitables, está feliz.
Claro, en este tiempo algunos acontecimientos se han desarrollado de diversa manera, tanto en lo positivo como lo negativo. ¡No porque tú te fueras se iba a detener el tiempo! Tus tres hijos seguimos vivos. Lo que son tus nietos Tobal, Juanpi y Seba, también están bien. El Tobal y Romi prolongarán su tarea como padres, ya que además de la Cata y el Mati, llegará un nuevo miembro a la familia en abril del año que viene. Con Cata y Mati te morirías de risa y ellos disfrutarían a concho con tus historias inventadas. Lo que es el Juanpi, se casó de nuevo y esta vez con Berni, con quien es muy feliz. Hace casi tres semanas nació Emilia, su primera hija en conjunto, sumándose a su hermano Vicente a quien Juanpi quiere como hijo y nosotros también como nieto. El Seba sigue “casado” con el voleibol y es a lo que se dedica a tiempo completo, por ahora aún en Alemania, mirando cada partido hacia el cielo acordándose de ti.
Esas son algunas de las buenas noticias. Las malas abundan con catástrofes naturales y sociales. Tus consuegros Malel y Alberto partieron ambos en el último año, pero quizás ya te los encontraste por esos lados. Si tienes la oportunidad, conversa con ellos, deben tener historias sabrosas para contar. Los lobos con piel de cordero siguen merodeando. Pero dejemos eso, no vale la pena…
Hoy no te hablaré de tus pasiones, como lo fueron el deporte no futbolero, el jazz, la quiromancia, la alquimia, la alimentación, entre tantas otras. Terminaré mi saludo hablando un poco de mí y donde me haces falta, decirte que extraño tus consejos selectivos y bien dosificados. Quizás con lo que mejor me ha ido en la vida es con tu orientación a defender la libertad, el mantener mi independencia de ideas, sin sumarme a corrientes de moda, a religiones, a partidos políticos u otro tipo de organizaciones que pudiesen limitar esa libertad. Lo que también he logrado, sólo en parte por influencia tuya, es procurar que los hechos del pasado no atormenten mi presente. Pero me hace falta poder intercambiar reflexiones contigo, sobre todo frente a varias disyuntivas que poseo con el presente y el futuro, en diversos planos. Me hacen falta esas conversaciones de hombre a hombre, a la vez de padre a hijo, pero con tu toque de sabiduría no convencional, de mirar las cosas “out-of-the-box”, el que me confrontaras a otras luces que iluminen de manera distinta mi de por sí luminoso camino. ¡A ver si te mandas alguna señal desde la otra dimensión! Te quiero mucho viejo y aunque suene egoísta, mientras más busco respuestas anti-convencionales, más te extraño.
* 05 Mayo 1927 † 02 Diciembre 2011
A un año que te fuiste querido viejo, algunos recuerdos que brotaron en 30 minutos de tipeo casi sin correcciones ni necesidad de repensar frases (obviamente, esta frase que puse adelante, la escribí al final…).
Edith Piaf, Ella Fitzgerald y Louis Armstrong eran solo algunos nombres recurrentes del tipo de música que le gustaba escuchar, pero que delataban que tras ello se encontraba un hombre de mucho sentimiento y pasión, aún cuando en lo cotidiano no lo manifestaba con palabras, besos y abrazos, pero si con hechos.
Ni hablar como enfrentaba su exitoso trabajo tras titularse como Ingeniero Químico de la Universidad Santa María, en sus inicios como vendedor técnico en la Hoechst, finalmente jubilando como casi mítico Gerente del Área Industrial, cargo que ejerció los últimos 20 años de su carrera profesional. Altos cargos en Europa o USA los desechó siempre, prefiriendo quedarse “entre los suyos”.
Gran lector y estudioso por naturaleza, casi excesivo para la exigencia que gracias a ello nos ponía como hijos y luego de manera más lúdica con los nietos y nueras. ¡No podías no tener opinión acerca de filosofía, química y física básica, literatura, música, deportes, política, historia, astronomía, dietas, metafísica, quiromancia, astrología, juegos de cartas donde había que “cranear”como bridge y skat, obviamente ajedrez, geografía…, ufff, agotador!
Como marido no me voy a pronunciar acerca de detalles, eso hay que preguntárselo a Ilse, mi mamá. Pero que siempre la traía a mil por hora, es inobjetable: dietas de todo tipo y para los inimaginables objetivos (Ilse Chef), despreocupado del dinero y las inversiones (Ilse Asesora Financiera), desinteresado en como vestir (Ilse Modista y Sastre), intensos y frecuentes festejos y encuentros del deporte, trabajo y amistades (Ilse Banquetera), demandante en que entrenando en la casa le corrigieran su técnica como discóbolo y luego voleibolista (Ilse Evaluadora Deportiva…, hasta que nos tocó a los hijos). Podría seguir un buen rato con otras facetas, en que mi mamá siempre estuvo en la cresta de ola. ¡Algo habrá tenido de especial, para que ella le aguantara tanta cosa!
Con Christi, mi esposa, se entendieron muy bien desde un comienzo. Poseían una cercanía y cariño mutuo especial. Tanto así, que fue quizás sólo a ella a quien horas antes de morir, le mostró esa parte más lábil de sí mismo, que jamás mostraba y protegía con un murallón de racionalidad y habilidad única para desviar de manera encantadora las conversaciones hacia otros temas.
Pero aquí tampoco puedo omitir mencionar y destacar a quien acompañó toda una vida a mis viejos, que se fue uno poco después que lo hiciera mi viejo: “la Ernita”, de Río Bueno, quien llegara a los 16 años de edad a trabajar en nuestra casa cuando yo tenia 3 años recién cumplidos. Virtuosa cocinera, defensora de “los niños”, aunque hayamos hecho las brutalidades más grandes, pero sobre todo, fue un amortiguador de rabias de mi mamá en todas las locuras culinarias y dietéticas de mi viejo. Erna y Dieter siempre se entendieron muy bien, casi había una misteriosa complicidad entre ambos.
El deporte fue su pasión, multifacético y perfeccionista. Primero sobresalió como gran nadador de mariposa, llegando a ser campeón nacional a los 16 años de edad. Al entrar a la universidad practicó rugby, básquetbol y atletismo. En básquet fue seleccionado chileno, pero finalmente se decidió por el lanzamiento del disco, prueba que practicó por más de 20 años, con medallas de plata sudamericanas e iberoamericanas en varias ocasiones. El oro internacional le fue esquivo, así como el récord de Chile también, que lo logró en una ocasión pero no fue homologado ya que en lugar de tres solo asistieron dos jueces. Casi al final de su carrera como lanzador, logró el bronce en un mundial para mayores de 40 años. Pero en esa misma época, alrededor de 1970 y con 43 años de edad, había comenzado a jugar voleibol recreativo como “disciplina de compensación” para su lanzamiento del disco. Finalmente fue el voleibol su última y gran pasión deportiva, la cual a mis hermanos y a mí nos grabó a fuego y finalmente, también trascendió con fuerza a mis tres hijos. En ese proceso, junto a Gustavo Niedmann que era un lolo aún, en el ’71 le dieron un vuelco a la Rama de Voleibol del Club Manquehue, iniciándose una gloriosa era competitiva que hoy ya perdura más de 40 años.
¿Qué más me dejó? Sin lugar a dudas me regaló el arte de pensar en sistemas complejos, estratégicamente y actuar en consecuencia, lo que vine a descubrir conscientemente y sólo en parte, recién diez años después de salir del colegio. Los variados valores implícitos en quienes son deportistas de verdad, como son entre otros “la garra”, perseverancia, respeto, lealtad, esfuerzo, honestidad, así como el aprendizaje permanente e innovativo para sobreponerse a derrotas, me marcaron a fuego, obvio, para la vida y no sólo en el deporte.
Papi, me alegro tener tan vivo y consciente lo que aprendí contigo, de tus virtudes y defectos, presencias y ausencias, esperando poder seguir evolucionando dentro de esta asimilación del aprendizaje que tuve y aún tengo de lo que eres. Claro, lo haré a mi manera y estilo, ya que si no fuere así, no sería tu legado.