San Gimigniano (Toscana)
Ciao, La Spezia y gracias por ser un excelente centro de operaciones por largos días. Raudamente partimos rumbo a San Gimigniano, lo que nos tomó algo más de tres horas de viaje. Desde aquí visitaremos otros lugares en la Toscana. Pero, primero, dedicaríamos toda la tarde y hasta que faltara La Luz natural, a conocer este poblado que para muchos blogeros de viajes y agentes viajeros de destinos “boutique”, es el más bonito de Italia. Después de conocer Cinque Terre, Porto Venere y Lucca, esto me parecía una exageración, pero diría que está en la pelea…
Como llegamos demasiado temprano, dejamos estacionado el auto cargado en el hospedaje y partimos a un primera recorrida rápida (estamos a 5 minutos a pie del acceso al casco histórico), así como a almorzar algo. Cerca de las 14:30 hrs regresamos, chequeamos y partimos de nuevo, ahora a realizar el recorrido en serio.
Enclavado en lo alto de una colina, en plena Toscana, San Gimignano se descubre a lo lejos, rodeado de viñedos, en una estampa que es realmente espectacular. Sus altísimas torres, auténticos rascacielos construidos durante la Edad Media, han sobrevivido al paso de los años, conformando una imagen imponente y singular: un “skyline” que lo ha convertido en uno de los iconos de esta hermosa región italiana. Algo,así como el Manhattan del medievo… Y es que la localidad de algo más de 7.000 habitantes puede presumir, además, de tener la ciudadela mejor conservada de la Toscana. Y cuando digo mejor conservada no lo sé, porque no conozco tantos poblados en la Toscana, pero esto está impecable, fachadas limpias, perfectamente conservadas con todos sus detalles, un aseo permanente de calles y espacios, lo que es demandante por el alto,flujo,de turistas que llegan.
San Gimignano todavía conserva 14 de los 72 peculiares rascacielos que llegó a atesorar. El más alto, la Torre Grossa, con sus 54 metros –algo así como 18 pisos de altura-, o el más antiguo, que data de 1298, la Torre Rognosa, de 51 metros, son claros reflejos de la riqueza de esta pequeña ciudad. La primera la subimos a pie, por supuesto, para no perder el entrenamiento…
Su ubicación, a medio camino entre Florencia y Siena, en plena vía Francígena -la ruta peregrina europea que comienza en la ciudad inglesa de Canterbury y finaliza en Roma-, enriqueció a nobles locales. Estos, en su afán de demostrar su fortuna y su poder, rivalizaban construyendo imponentes torres que también tenían funciones defensivas, algo que sin duda, no dejaba indiferentes a los viajeros.
Pues bien, a pie se recorre, ya que dentro de la ciudad antigua, sólo ingresan vehículos de residentes y de algunos servicios. Podría decirse, que estamos frente a un museo al aire libre, pasear por sus calles es un auténtico placer. Cerrado al tráfico, ofrece la libertad de recorrer sus calles y soñar con nobles y bufones, peregrinos y caballeros. Tras cruzar la puerta de San Giovanni, nos dirigimos a la piazza della Cisterna, una de las cuatro plazas de la localidad, situada en pleno centro, contemplando cuantas torres y edificaciones históricas que aparecen a nuestro alrededor.
A quienes les gusta el buen helado, aquí tiene una gran oportunidad, ya que la Gelateria Dondoli, conocida también como Gelateria di Piazza, es considerada como la mejor heladería del mundo (en diversas ocasiones ha sido galardonada con este premio). Una vez que se redujo el flujo de los tour, decidimos probarlos después que se calmaran las eternas filas, y sí, son realmente buenos, aunque por muy poca ventaja me quedo con los de Vernazza.
Entre los grandes atractivos de la Toscana, más allá de su historia, su arquitectura y sus paisajes, sobresalen sus excelentes vinos. Como no podía ser de otra forma, la localidad cuenta con uno propio: el Vernaccia di San Gimignano, un célebre vino blanco seco, de olor afrutado, considerado uno de los más finos de Italia. Sus orígenes se remontan a los etruscos y Christi lo probó, “sin querer queriendo” y le gustó. Yo estaba en los tintos.
De regreso a nuestro hospedaje (sólo tres cómodas habitaciones) que posee un espacio muy acogedor para sentarse afuera en el jardín, compramos vino, salame toscano, dos tipos de queso de cabra, queso Pecorino y prosciutto de jabalí (fascinante su sabor). Nos dimos un rico banquete casero con vista a las torres medievales. De ahí…, buenas noches los pastores…
Deja un comentario