Europa invierno 2013 – Copenhague (2ª parte)
Al igual que ayer, frío y un viento que cala los huesos. Pero como estamos entrenados para pasar frío en los inviernos chilenos (no tan frío, pero más húmedo, al menos en Santiago), algunos recorridos a la intemperie más visitas acotadas a sitios de interés bajo techo, fueron el tenor de este día.
No faltan en Copenhague ejemplos de arquitectura del pasado, aunque no son especialmente conocidos. Por ejemplo, los edificios legados por Christian IV de Dinamarca (577-1648), un rey muy querido por los daneses y a quien se debe el Rundetaarn, torre redonda famosa por su rampa en espiral y por sus panorámicas, la Bolsa (Borsen). Y el palacio y el jardín de Rosenborg. En todas estas fachadas se podrá ver el escrito “C4”, el sello de identidad del monarca. Cuando visitamos los jardines del castillo, fue inevitable entrar a visitar el Palacio de Rosenborg, en donde no sólo alberga las joyas de la Corona y la magnífica colección de equitación y armas del rey Christian IV. Además, trajes y artefactos, cristales, porcelanas y la colección de arte de los Duques de Holstein.
Una vez que habíamos temperado el cuerpo de tanto deslumbrarnos con ese derroche de riqueza monárquica, la que sin duda posee un valor artístico gigantesco, volvimos a las calles, a mirar los entornos, lugares, rincones y personas, las que por lo demás es de lo más educadamente amable y no-servil que he conocido.
Entre esas visitas, también visitamos el Parque Tivoli que está a la vuelta de nuestro hotel. Se nota que es maravilloso, pero en invierno no luce y es obvio, no es la misma cosa este parque, abuelo de los parques centenarios de Europa.
Ya agotados, nos dimos una buena ducha y decidimos realizar un segundo intento en el famoso bar Mikkeller, que tanto nos había recomendado Cristóbal (supongo que más por la cerveza que por el lugar). Esta vez no estaba tan lleno y conseguimos un lugar, un rinconcito bien acogedor dentro de la extrema simpleza del bar. Sin duda la estrella es la cerveza y no la decoración. Debo reconocer que igual se generó buen ambiente y finalmente terminé en una amena charla con el barman. Christi probó por primera vez una cerveza, en su vida. No le gusta el olor…, menos el sabor. Obviamente también comimos algo, pero en otro lugar.
Deja un comentario